Alguien como yo by Elísabet Benavent

Alguien como yo by Elísabet Benavent

autor:Elísabet Benavent [Benavent, Elísabet]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2015-02-26T05:00:00+00:00


30

NECESIDADES Y VICIOS

La clase de yoga fue un suplicio, y eso que Olivia estuvo más graciosa aún de lo habitual. Mientras el monitor, un calvo cabrón que pretendía que algún día yo consiguiera enlazar mis tobillos detrás de la cabeza, exigía aguantar más en cada postura, ella me contaba en susurros todo lo que pensaba hacerle a Julian (en inglés, que nadie se atreviera a decirle a Olivia que su novio se llamaba Julián) en cuanto lo viera. Y sí, era regraciosa la tía, pero eso no es que me ayudara a despejar la mente y pensar en otra cosa que no fuera lo mucho que necesitaba tener a Hugo empujando encima de mí. A la salida del gimnasio, sin ducharnos ni nada (porque una vez Olivia se encontró un moco en una de las duchas y le cogimos asco a los vestuarios del gimnasio), nos sentamos abrigadas en la terraza del Starbucks a tomarnos un té chai mientras ella se fumaba un Chesterfield.

—¿Estás rucada? —me preguntó.

Y yo que ya conocía sus expresiones sabía que «estar rucada» significaba si algo me estaba carcomiendo la cabeza.

—Un poco —le respondí.

—¿Hugo?

—¿Quién si no?

—¿Avanza la cosa?

—Bueno…, algo.

—No seas rancia y cuéntamelo. —Y después dio una honda calada a su cigarro.

—Ayer le hice una paja en su despacho.

Olivia se giró hacia mí con sus ojos claros abiertos de par en par.

—¿Qué dices, gochona?

—Pues eso. Y él a mí, no te creas.

—Cuéntame eso bien.

—¿Qué quieres que te cuente?

—¿Dónde?

—Pues en su despacho. Me arrodillé entre sus piernas y le casqué una paja como si fuéramos adolescentes —y al decirlo en voz alta me entró hasta la risa.

—¿Y él a ti?

—Encima de la mesa de su escritorio.

—¡¡Joder!! Pero ¡¡qué morbazo!! —dicho esto se empezó a reír—. Y ¿entonces?

—Pues yo estoy como una fragua, a decir verdad. Quiero más.

—Me refería al estado sentimental de lo vuestro, pero bueno, acepto que estás suelta como gabete.

—Suelta es decir poco. Estoy como un pajillero de quince años. No pienso en otra cosa. Y no creas, me pareció que él cedía un poco, pero al volver a casa empezó a rayarse con lo de Nico.

—Dale tiempo.

—Me parece injusto lo que está haciendo. No solo conmigo, que conste. Con Nico tampoco está siendo honesto. En el fondo lo que está haciendo es alejarnos a los dos, pero con Nico surte más efecto que conmigo.

—¿Y eso?

—Pues porque yo lo tengo muy claro y voy a por todas. Pero Nico anda haciéndose el despistado y Hugo lo evita. Es como si fueran un matrimonio viejo y yo la amante de turno.

—Mánchale con carmín las camisas. ¿Te imaginas a Nico oliendo la ropa de Hugo y diciéndole como una loca «¡¡huelen a hembra!!»?

La miré y estallé en carcajadas.

—Dime, Alba, ¿tienes clarísimo que quieres estar con Hugo?

—Lo tengo todo lo claro que una puede tenerlo. Al fin y al cabo estos saltos se hacen sin red.

—¿Qué es lo que te da miedo?

—Pues… que no funcione y que hagamos el sacrificio de alejar a Nico en balde. Sobre todo él.



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