¡Eh!, cowboy, ¿de qué vas? by Chloe Santana

¡Eh!, cowboy, ¿de qué vas? by Chloe Santana

autor:Chloe Santana [Santana, Chloe]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-02-13T00:00:00+00:00


* * *

Los cinco kilómetros más largos de mi vida. Supongo que el hecho de arrastrar un pie descalzo por mitad del desierto tampoco ayudaba. Sospechaba que tenía un esguince, y Connor, a mi lado, no tenía mejor aspecto. Tenía una mano en las costillas y respiraba con dificultad.

—¿Te sigue doliendo?

—No saques el tema.

Cerré el pico. Era evidente que no sentía mucha simpatía por mí. Había dicho que estaba muy delgada y no le faltaba razón. En los últimos tres meses apenas había probado bocado. Tenía el ánimo y la autoestima por los suelos. Me embargaba una sensación de fracaso absoluto por todo. En el terreno amoroso, laboral… Así que la oferta de la bisabuela llegó como un rayo de sol después de una larga tormenta. La Herradura, un rancho paradisíaco en un bucólico pueblo de Arizona. ¿Por qué no? Daría rienda suelta a mi creatividad, iniciaría mi propio negocio y me probaría a mí misma que no era una completa inútil.

Pero por mi culpa nos habían secuestrado y vagábamos por el desierto. Ni siquiera sabía conducir un jeep sin estrellarlo. Connor tenía razón, no pintaba nada en aquel lugar. Era un imán para las catástrofes. O peor, la calamidad en persona.

—¿Te pasa algo?

—No —musité cabizbaja.

—Me temo que eres de esas personas que cuando se callan es porque algo va mal.

—Da igual, no es plan de atosigarte con mis problemas. Ya te he molestado bastante.

—Nos quedan un par de kilómetros y vamos a paso de tortuga. No tengo nada mejor que hacer que escucharte.

—Oh, qué galante. En ese caso seré tu distracción.

Lo miré de reojo y vi que sonreía. No estaba mal cuando lo hacía. De hecho, era bastante atractivo. Si se recortase la barba un par de dedos ganaría muchísimo.

—Te encanta discutir.

Fui a decirle que eso no era cierto, pero me contuve a tiempo. Si le contestaba le estaría dando la razón.

—Es lo mínimo que puedes hacer después de haberme dado una patada en la entrepierna.

Resoplé. Eso era jugar sucio.

—Es una tontería. Me da un poquito de miedo llegar a La herradura y darme cuenta de que no seré capaz de manejar la situación. Temo decepcionar a mi familia, pero sobre todo, me da pánico volver a decepcionarme a mí misma. Esta vez no lo soportaría.

—Creo que serás capaz de soportar cualquier cosa si sobrevivimos a este día.

—No intentes animarme. Sé que piensas que soy una intrusa.

—Pienso que eres rara.

Rara, loca, especial… me habían llamado muchas cosas durante toda mi vida. Demasiado excéntrica para uno de mis novios. Exageradamente sentimental para otro. Una desquiciada a la que le falta un tornillo, etc.

—Solo alguien raro me tomaría por un secuestrador, asesino y violador.

—Yo no…

—O fingiría estar al borde de la muerte para escapar de unos criminales.

Esbocé una tímida sonrisa. Estaba intentado animarme a su modo. No era un mal tipo. Por eso me había cogido en brazos, para echarme un cable. Incluso llevaba su camisa. Y, para mi sorpresa, olía muy bien. Quizá lo había juzgado a la ligera.

—O le lanzaría una sandalia a un águila para salvar a una ardilla… Sí, supongo que eres rara.



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