Acuario by David Vann

Acuario by David Vann

autor:David Vann [Vann, David]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2016-11-01T04:00:00+00:00


Mi madre conducía demasiado rápido para la nieve que caía y la ya acumulada. Temperatura en descenso, y podía ser que se hubiera formado hielo.

No es suficiente, dijo. Ni arrancarle los brazos de cuajo sería suficiente. Hundir la mano entre sus costillas y arrancarle el corazón, eso quizá sí. O aplastarle lentamente el cráneo con un torno para que supiera en qué consiste la presión. Todos esos años ha sido eso, presión y más presión. Tú nunca lo sabrás. No tendrás ni puta idea, y por eso pensarás que soy un monstruo y él un santo. Bueno, pues muy bien. Me importa un bledo lo que pienses. Te quedan seis años más de pensión completa, y luego ya puedes largarte y mandarme a tomar por el saco, decirme la mierda de madre que soy, lo mucho que me odias y todo lo demás. A mí me da igual.

Yo me incliné hacia la puerta de mi lado, miré las casas que pasaban volando, demasiado rápido en la cuesta abajo, la sensación de que los neumáticos no agarraban bien. Aferrada a la manija de la puerta y al cinturón de seguridad.

El problema es que tú no te puedes creer todo lo que pasó. Para ti es solo una anécdota, no algo real. Crees que el mundo empezó contigo. Y no. Empezó conmigo.

Mi abuelo estaría volviendo en coche, sin ventanas, nieve y frío. Solo el viento helado, y guijarros de vidrio de seguridad por todas partes. Con su americana de sport y su camisa, ahora entiendo que lo que le daba un aspecto tan indeciblemente triste era eso. Un mecánico viejo queriendo parecer un caballero. Tratando de aparentar dignidad, de poner en orden su vida, conduciendo un coche destrozado, tan vulnerable. Sin luces delante ni detrás, podía sufrir un accidente en cualquier momento. Yo estaba tan preocupada que apenas si podía pensar. Una forma oscura a la deriva, esperando la colisión.

Si conseguía llegar a su casa, dejaría el coche fuera a merced de la nieve, entraría solo. Nos había invitado a mudarnos a su casa.

No te permitiré que te quedes callada, dijo mi madre. Vas a tener que hablar conmigo.

Me miraba sin dejar de conducir. Por la autopista ahora, menos peligroso que bajar por aquella pendiente.

Responde.

Vale.

Dime lo que pasó. Dime lo que hizo cuando yo tenía catorce años.

Se marchó.

Exacto. Y qué más.

Se marchó cuando tu madre se estaba muriendo, y tú tuviste que cuidar de ella.

Exacto, pero vas demasiado deprisa. Eso continuó durante años. ¿Sabes lo que quiero decir? ¿Años, un día detrás de otro?

Duró años.

¿Y cómo era un día de tantos? Háblame de eso.

Cuánto la odié. Sentí deseos de abandonarla e irme a vivir con mi abuelo.

No tendría que levantarme tan temprano, dije.

¿Qué?

Si viviera con el abuelo, él podría llevarme al cole más tarde.

Mi madre me dio un bofetón, me pegó con la mano abierta mientras yo me cubría la cabeza, arrimada a la puerta.

¡Esto no me lo hagas, ¿te enteras?!, chilló.

Pegándome y tratando de no salirse del carril, haciendo eses.

¡Yo quiero tener una familia!, grité.



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