Y vimos cambiar las estaciones by Philip Kitcher & Evelyn Fox Keller

Y vimos cambiar las estaciones by Philip Kitcher & Evelyn Fox Keller

autor:Philip Kitcher & Evelyn Fox Keller [Kitcher, Philip & Keller, Evelyn Fox]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 2017-01-01T00:00:00+00:00


CINCO.

¿QUIÉN PAGA?

Primera hora de la tarde. Un despacho en una de las plantas superiores de un edificio muy alto. Joe, un hombre bien vestido de cuarenta y pocos años, está sentado ante un elegante escritorio. Está leyendo los documentos que contiene una carpeta y, de vez en cuando, hace anotaciones. Tras él, unas grandes ventanas dejan ver un horizonte urbano impresionante, bañado por la cálida luz del sol.

Alguien llama a la puerta.

JOE: Adelante, por favor.

(Se abre la puerta y entra Jo. Es una mujer nigeriana, esbelta, de treinta y muchos. Va vestida al estilo occidental: pantalones vaqueros, camiseta sencilla y una cazadora vaquera desgastada. Las únicas joyas que lleva son tres pulseras en la muñeca izquierda. Se acerca con gracia, pero también con rapidez, al escritorio. Joe se pone de pie y le tiende la mano).

JO: Encantada de conocerle, señor…

JOE: Joe. Llámeme Joe. Encantado de conocerla. He oído mucho sobre usted.

JO: Vaya… ¿por la red de los chicos? (Pausa). Seguramente, nada muy halagador.

JOE: Al contrario. Varios amigos… (con un leve énfasis), no todos hombres… me han dicho que estaría bien que habláramos. (Señala una silla vacía frente al escritorio. Jo toma asiento).

JO: (Obviamente arrepentida de su brusquedad). En cualquier caso, le agradezco que me reciba. Estoy segura de que está muy ocupado. (Joe asiente). No he tenido muchas oportunidades de hablar de mi trabajo ante gente como usted; sobre todo, en sitios como éste.

JOE: ¿Cuánto tiempo lleva en el país?

JO: Ahora hace ocho meses. Pero he pasado mucho más tiempo en el norte, casi tres años. Viví un par de años en París, pero no hice apenas ningún avance, así que decidí venir aquí. Y me ha ido un poco mejor. (Pausa). Pero sólo un poquito. A veces pienso que debería rendirme y volver a casa.

(Pausa).

Y, de pronto, sin esperármelo, me llegó su correo electrónico. (Sonríe y se le ilumina la cara).

JOE: Como le he dicho, tenía muchas ganas de conocerla y hablar de su organización, de lo que están intentando hacer. Pero… ¡qué mal anfitrión soy! ¿Le apetece un café, té, agua…? (Jo niega).

Bueno, pues hábleme de su grupo.

JO: (Nerviosa; se le van amontonando las frases). Somos de todas partes de África. Tenemos miembros ya de cualquier país en vías de desarrollo del continente. Nos pusimos en marcha a principios de 2011, cuando quedó claro que no iba a haber ningún programa serio de colaboración, ninguno lo bastante generoso para ayudarnos a avanzar utilizando tecnologías verdes. Algunos de nuestros dirigentes políticos siguieron intentándolo[122], solicitaron ayudas para que pudiéramos crecer económicamente, darle a nuestro pueblo todas las cosas por las que clama. El tipo de cosas que aquí se dan por descontado (señala hacia la ventana): prosperidad, buenos trabajos, educación, acceso a todo lo que Occidente lleva tanto tiempo disfrutando, electricidad… (Pausa). Especialmente, electricidad[123].

Pero no queremos conseguir todo eso, o parte, empeorando el clima. Sabemos lo que se avecina. Para nosotros será aún peor que para casi todo el resto del planeta: sequías, hambrunas, calor extremo; probablemente, plagas… Así que nos oponemos a unas voces muy extendidas en nuestros países.



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