(Warhammer - Malus Darkblade 05) Señor de la Destrucción by Dan Abnett & Mike Lee

(Warhammer - Malus Darkblade 05) Señor de la Destrucción by Dan Abnett & Mike Lee

autor:Dan Abnett & Mike Lee [Abnett, Dan & Lee, Mike]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: sf_fantasy
publicado: 2011-12-31T16:56:50+00:00


Capítulo 14

El templo de Tz’Arkan

Los Desiertos del Caos, primera semana del invierno

Más allá del umbrío portal del gran templo aguardaba una oscuridad negra como la tinta que latía con blasfemo poder. Giraba y se arremolinaba en torno a Malus mientras él daba traspiés por la estrecha nave, y retrocedía ante el druchii poseído como si elevara una súplica al demonio que iba dentro de él.

El templo estaba muy cambiado desde que lo había visto por última vez. No, aún estaba cambiando: potentes energías corrían por las enormes piedras y le erizaban visiblemente la helada piel. Tz'arkan se hinchaba dolorosamente dentro del torturado cuerpo del noble, y las fuerzas que obraban dentro del grandioso edificio respondían y se ordenaban de acuerdo con la voluntad del demonio.

El cuerpo de Malus se movía por su propia cuenta y lo obligaba a avanzar como si fuera un muerto viviente. Al final de la nave, llegó a la antecámara del templo. Más de cien figuras ataviadas con ropones ceremoniales flanqueaban la estrecha nave que corría por el amplio pasillo. Las formas antiguas habían permanecido arrodilladas en actitud reverente durante tanto tiempo que los cuerpos se habían transformado en polvo hacía mucho, y sólo habían quedado petrificados caparazones de cuero y hueso con runas talladas. Recordó la primera vez que había visto aquellas desdichadas figuras, y que se había preguntado qué clase de espantoso horror podría haber hecho que los esclavos del templo mantuvieran apoyada la frente contra el suelo de piedra hasta acabar muriendo. Ahora lo sabía demasiado bien.

Los tacones de sus botas resonaban desamparadamente sobre los polvorientos suelos de mármol, mientras caminaba entre las filas de los condenados. De repente, oyó un sonido susurrante, como de viejo pergamino que se desmenuza y de cuero que se resquebraja, y se le heló el corazón al ver que las filas de sirvientes del templo se enderezaban lenta y espasmódicamente. El polvo se arremolinó en las profundidades de las capuchas echadas muy adelante, para reunirse en forma de caras esqueléticas. Verdes esferas de luz de cementerio brillaban misteriosamente en las oscuras cuencas oculares, y sus espectrales bocas se movían en silenciosa adoración por el señor que regresaba. Manos etéreas le rozaban las botas y el borde del ropón, y la cruel voluntad de Tz'arkan medía cada uno de sus pasos, bañándose en la horrenda adoración de aquellas almas en pena. Al otro extremo de la sala rechinó débilmente el acero corroído cuando los muertos con armadura que montaban guardia en la cámara alzaron sus herrumbrosas espadas para saludarlo. En los orificios oculares de los yelmos de los guardias brillaba luz verde, y las runas talladas en sus armaduras del Caos hormigueaban con energías brujas.

—¿Lo ves, Darkblade? Esto no es más que un atisbo de las glorias por venir. Los muertos se levantarán por orden mía, incluso mientras los vivos entregan el alma para saciar mis gloriosos apetitos. Estos sólo son los más pequeños bocados de degustación de las maravillas que podrían haber sido tuyas si simplemente hubieras elegido servirme.



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