Viaje a la revolución by Bertrand Russell

Viaje a la revolución by Bertrand Russell

autor:Bertrand Russell [Russell, Bertrand]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales, Historia, Política, Sociología
editor: ePubLibre
publicado: 1920-01-01T00:00:00+00:00


II

Cartas desde Rusia[88]

Londres, 24 de abril de 1920

Querida:

Se acerca el día de mi partida, tengo mil cosas que hacer, pero aquí me siento, ocioso, pensando en cosas inútiles, los pensamientos impertinentes y rebeldes que la gente equilibrada nunca piensa, los pensamientos que uno espera que se disiparán con el trabajo, pero que acaban por desterrar a éste. Cómo envidio a los que siempre creen lo que creen, a los que no inquietan la inercia ni la indiferencia hacia todo lo que constituye el entramado de sus vidas. He tenido la ambición de ser de alguna utilidad en el mundo, de conseguir algo notable, dar nuevas esperanzas a la humanidad. Y ahora que la oportunidad se acerca, todo parece polvo y cenizas. Al asomarme al futuro, mi desengañada mirada no ve más que conflictos y conflictos por doquier, crueldad abrasiva, tiranía, terror y sumisión servil. Los hombres de mis sueños, erguidos, intrépidos y generosos ¿llegarán a existir alguna vez en la tierra? ¿O seguirán luchando, matándose y torturando hasta el final de los tiempos, hasta que la tierra se enfríe y el sol agonizante ya no pueda avivar su fútil frenesí? No sabría decirlo. Pero sí conozco la desesperanza que anida en mi alma. Conozco la gran soledad mientras vago por el mundo como un fantasma, hablando en un tono inaudible, perdido como si hubiera caído de algún otro planeta.

La lucha de siempre continúa, la lucha entre los pequeños placeres y el gran dolor. Sé que los pequeños placeres son la muerte y aun así… Estoy muy cansado, mucho. La razón y la emoción libran un guerra letal en mi interior, y no me dejan energías para la acción externa. Sé que no se logra nada bueno sin luchar, sin ser implacable, organizado y disciplinado. Sé que para la acción colectiva el individuo debe transformarse en máquina. Pero en estas cosas, aunque mi razón me fuerce a creer en ellas, no encuentro la menor inspiración. Es el alma individual humana lo que amo, con su soledad, sus esperanzas y temores, sus rápidos impulsos y sus repentinas devociones. Es tan largo el camino que separa esos sentimientos y los ejércitos, Estados y líderes…; y con todo, sólo emprendiendo este largo camino puede uno eludir un sentimentalismo vano.

A lo largo de los accidentados años de la guerra, soñé con un día feliz cuando ésta acabara, un día en el que me sentaría contigo en un jardín soleado junto al Mediterráneo, saturado del aroma del heliotropo, rodeados de cipreses y de arboledas sagradas de encinas, y allí, por fin, podría hablarte de mi amor, y palpar el goce que es tan real como el dolor. El momento ha llegado, pero tengo otras tareas y tú tienes otros deseos, y para mí, mientras me siento aquí, cavilando, todas las tareas parecen vanas y todos los deseos ridículos.

Pese a todo, no son estos pensamientos los que debo combatir.

Petrogrado, 12 de mayo de 1920

Por fin estoy aquí, en esta ciudad que ha llenado el mundo de historia, que ha inspirado los odios más letales y las esperanzas más conmovedoras.



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