Valeria en blanco y negro by Elísabet Benavent

Valeria en blanco y negro by Elísabet Benavent

autor:Elísabet Benavent [Benavent, Elísabet]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2013-10-23T04:00:00+00:00


24

SÁBADO DE CHICAS

Nerea, que andaba desaparecida y concentrada en levantar su imperio de organización de bodas, nos llamó el viernes por la mañana para que fuéramos con ella por la tarde a ver un bajo que había «preseleccionado». Estaba exultante, porque se hallaba en un buen barrio en el que había un ambiente muy cool y adinerado que, seguro, le proporcionaría clientela. No podía dejar de tener un poco de miedo por ella. Cuando lo pensaba, al final, con el corazón en la garganta, me tenía que repetir a mí misma que era su dinero y que yo no arriesgaba nada; mi manía empática me hacía pasar un mal rato poniéndome en lo peor sin pensar que Nerea, en el caso de que los peores pronósticos se cumplieran, se levantaría tan dignamente del asunto.

Llegaba tarde y de un humor bastante regulero, pero sabía que cuando saliera de allí me sentiría irremediablemente mejor. Localicé el número de la calle que Nerea me había indicado en un mensaje y golpeé con los nudillos en la persiana metálica, que estaba a medio subir. Ella misma se asomó, vestida con unos vaqueros de pata de elefante con un cinturón marrón, una camisa a cuadros entallada y una chupa de cuero marrón.

—Hola, cielo —sonrió—. Las chicas ya están dentro.

—Qué puntuales.

—A decir verdad es que… —Consultó su impecable reloj de muñeca de Marc Jacobs— llegas media hora tarde.

—Ya. —Miré mi reloj, menos impecable—. Lo siento mucho. Ahora os cuento.

—Pasa, pasa —sonrió ella.

Bajamos la persiana detrás de mí. El bajo estaba totalmente vacío, pero sobre una pequeña balaustrada de obra se las habían apañado para preparar un enfriador de botellas lleno de hielo, con dos botellas de lambrusco italiano dentro. Carmen y Lola ya lucían dos copas en las manos; y de cristal. Nada de vasos de plástico.

—¡Ey! —Las saludé con una sonrisa.

—¿Desde cuándo la señorita Férriz llega tarde? —dijo Lola sonriente.

—Primero que nos cuente Nerea, después despotrico yo. Perdonad.

—¿Ese Bruno no tendrá nada que ver? —preguntó Carmen emocionada.

—Eh…, no.

—¿Qué te parece el local? —dijo Nerea—. Mira, aquí delante pondré un sofá vintage que ya tengo apalabrado, marrón, de cuero desgastado, y una mesita con un montón de revistas de bodas. Aquí una nevera de esas pequeñas, retro, y allí mi mesa, con dos sillones frente a ella, para las visitas. Detrás, unas estanterías chulísimas, que son como ondeantes, con archivadores de colores y… —Los ojillos le brillaban con pasión.

Me giré a mirar al resto con la boca abierta y señalé a Nerea a su espalda, mientras seguía hablando sobre el cuarto de baño y todo lo que podía ganar el bajo con una mano de pintura y un poco de papel para la pared. Lola se llevó el dedo índice a la sien y dejó claro que pensaba que Nerea había perdido la razón. Carmen le dio una leche en el brazo y me levantó el pulgar. En esas estábamos cuando Nerea se giró hacia mí con un muestrario de papel de pared en la mano.

—¿Qué te parece?

—Que nunca te había visto tan ilusionada con nada y estoy muy contenta por ti.



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