Una novelita lumpen by Roberto Bolaño

Una novelita lumpen by Roberto Bolaño

autor:Roberto Bolaño [Bolaño, Roberto]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2001-12-31T16:00:00+00:00


IX

Su nombre real era Giovanni Dellacroce. Eso ni el boloñés ni el libio lo sabían, menos aún mi hermano, que en esta historia, siento decirlo, hizo el papel de primo, que era a lo que lo abocaba su edad y su falta de estudios. Su nombre artístico era Franco Bruno. La gente lo llamaba Mister Universo, pues había obtenido este título dos veces, ambas al principio de la década de los sesenta, o Maciste, que fue el personaje que interpretó en cuatro, tal vez cinco películas, todas de gran éxito, tanto en Italia como en el resto del mundo. Había nacido en Pescara, pero desde los quince años vivió en Roma, en un barrio de los suburbios, Santa Loreto, al que consideraba su barrio y por el que sentía, en ocasiones, una gran nostalgia, aunque cuando la fortuna estuvo de su lado compró la casona de via Germanico donde yo lo conocí la noche que me llevaron.

Una noche que parecía un mediodía de agosto y que fue una de las más raras de mi vida.

El boloñés tocó el timbre varias veces. Una voz salida de un interfono nos preguntó quiénes éramos.

—Amigos —dijo el boloñés. Nadie le contestó. Parecía que el interfono se había estropeado. Al cabo de un rato volvió a llamar y dijo el nombre del gimnasio y el nombre, según creí entender, de un amigo común, y como si eso no bastara pronunció en voz alta nuestros nombres completos, el mío incluido.

Entonces se abrió el portón y accedimos al pequeño jardín descuidado donde las plantas luchaban, incluso de noche, por un espacio vital inexistente. Más que un jardín aquello daba la impresión de un cementerio.

El porche tenía tres escalones de piedra. Durante mucho rato estuvimos allí esperando a que alguien abriera la puerta.

El nerviosismo y al mismo tiempo la alegría, una alegría primordial sin dudas ni resquebrajaduras, que traslucían en sus semblantes los amigos de mi hermano, es algo que vuelve a mi memoria en los recuerdos de aquella noche y que trato de rechazar cada vez que la rememoro, porque esa alegría no la quiero para mí ni la quiero cerca de mí. Es una alegría que se parece demasiado a la mendicidad, a una explosión de mendicidad, y también es una alegría que se parece a la crueldad, a la indiferencia.

Luego la puerta se abrió y nos permitió vislumbrar un umbral oscuro donde yo creí ver una sombra que se movía muy rápida, y un recibidor también oscuro en el que entramos y del que volvimos a salir como niños asustados ante una responsabilidad misteriosa, y al que de inmediato volvimos a entrar, como avergonzados, y del que irremediablemente volvimos a salir, hasta que yo di tres pasos hacia el interior, esta vez sola, y tropecé con un mueble y pregunté si había alguien allí.

Una voz, la de Maciste, dijo que me quedara quieta, que no avanzara ni retrocediera, y luego saludó a los amigos de mi hermano, un saludo escueto, hola, ¿cómo están?, y en



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