Una candidata inesperada by Verónica Mengual & A. S. Lefebre

Una candidata inesperada by Verónica Mengual & A. S. Lefebre

autor:Verónica Mengual & A. S. Lefebre [Mengual, Verónica & Lefebre, A. S.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-11-01T00:00:00+00:00


* * *

—Duquesa, siempre es un placer verla —comentó Adrien en cuanto tuvo a Megan a su lado. Por supuesto, se había asegurado de que el protector no estaba cerca de ella cuando decidió ir a saludarla.

—No puedo decir lo mismo, lord Reading —expuso seca la aludida.

Él sonrió. Esa mujer siempre fue sincera y puro fuego. Era del todo lógico que se hubiese enamorado de ella con suma facilidad en su momento.

—Veo que dormir junto a un león te ha hecho más… fuerte —dijo en tono seductor.

—Con quien duerma o deje de hacerlo, no es de su incumbencia. Le ruego que siga su camino y olvide que nos conocimos. No quiero disgustar a mi marido. —Lady Dash dio un paso hacia la derecha para alejarse de él. Pero el vizconde Reading la siguió con humor.

—Oh, Megan… Sigue habiendo chispa en ti. Me alegra comprobar que él no la ha apagado. Pero yo ya estaba seguro de que tú no serías fácil de doblegar. Apuesto a que el león ronronea como un gatito inofensivo cuando tú se lo pides. —Ella, que hasta ese momento no se había dignado a reconocer su presencia, giró la cabeza, achinó los ojos y le dio una mirada que lo fulminó.

—Vete —le dijo sin miramientos, cambiando el tono a la informalidad sin ser consciente.

—Lo haré pronto. En cuanto me disculpe por haber hecho todo lo que te hice en su momento. Eres una de las pocas cargas que queda en mi conciencia y debo subsanar mi error.

—No hace falta que se disculpe. No necesito sus disculpas.

—Pero yo preciso que me absuelvas de mis pecados.

—Recuerdo que una vez intentó ofrecer sus excusas, y aquello no acabó bien. —Él se dirigió a ella en medio de un teatro y tuvo que aplacar a Dash para que no comenzase una pelea. Incluso ambos hombres se batieron en duelo en el pasado por su causa. Dios no quisiera de nuevo que eso sucediese—. Por favor, lord Reading, no deseo que mi esposo se altere por su causa. —Estaba desesperada porque él se fuese de su lado.

—Entonces, será mejor que aceptes mis excusas para poder seguir nuestros caminos, Megan. —Se permitió usar el nombre de pila de ella porque estaban hablando sin público.

—No es correcto que se dirija a mí con tanta familiaridad, milord.

—Es cierto —dijo él perezosamente—. Pero como tú y yo, en su momento ya traspasamos los límites de la etiqueta… —Y él le sonrió. Y ella lamentó que su sonrisa fuese igual de encantadora que antaño. Oh, sí. Era el mismísimo diablo, pero nunca fue un hombre carente de atractivo.

—No debería seguir aquí. Si mi esposo lo ve… Ya sabe lo que hará.

—¿Y desde cuando tengo yo miedo? —preguntó con orgullo.

Ella jadeó. Giró todo su cuerpo para ponerse delante de él.

—¿Quiere que le recuerde aquella vez que saltó por una ventana, milord? —Cuando los descubrieron en una actitud más que reprochable e íntima, ella creyó que moriría de vergüenza. Más cuando lo observó escabullirse por la ventana más próxima para dejarla abandonada a su suerte.



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