Un precio por su cabeza Bravo Oeste Ed. B by Lou Carrigan

Un precio por su cabeza Bravo Oeste Ed. B by Lou Carrigan

autor:Lou Carrigan [Lou Carrigan]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788440647658
publicado: 2015-04-04T00:00:00+00:00


5

UN “SHERIFF” DE QUINIENTOS DOLARES

LA muchacha se volvió y sonrió tenuemente al capataz.

—Nada, Banning. Gracias a este hombre.

-Ha tenido suerte; él, naturalmente. ¿No es así, Gaskell?

—La suerte no se presenta disparando un rifle “Winchester”, Banning. Le agradezco su ayuda.

—Puede pagarla. Acepte el empleo que se le ofrece en el “Creen Moon Ranch” y puede considerar saldada la deuda que tiene conmigo… si es que verdaderamente lo considera una deuda.

—¿Me ayudó por eso, para contratarme?

—No. Lo hice por la señorita. Sólo pensaba en ella…

—Pues no lo parece así ahora —se enfurruñó Maud—. Parece como si yo ni siquiera estuviera aquí, Banning.

Slim Banning enrojeció.

—Lo… lo siento. Y tiene razón, señorita. Debí ante todo… Siempre he sido muy torpe. Su padre la ha estado esperando con impaciencia. Tiene verdaderos deseos de verla. ¿Ha hecho feliz viaje?

—¿Sólo mi padre?

—No comprendo.

—Es igual. ¿El entierro…?

—Hemos esperado hasta esta tarde. Mire, ya llega el carro. Los muchachos se ocuparán de sus cosas, señorita. ¿Quiere que nos adelantemos?

Maud se volvió hacia Gaskell, que miraba con expresión divertida a Slim Banning; a Paul no se le había escapado que el capataz había comprendido perfectamente a qué se refería la muchacha cuando preguntó si sólo su padre tenía deseos de verla.

Pero el reclamado se dijo que Banning tenía perfecto derecho a guardar en secreto los sentimientos que experimentase hacia Maud Garson, la hija del amo.

La muchacha decía ahora:

—Estoy segura de que no es usted demasiado malo, ¿verdad?

Gaskell se rascó la nuca.

—Pues…

—De todos modos, conmigo se ha portado bien. Muchas gracias. Y si alguna vez necesita de mí para algo…

El reclamado sonrió ampliamente:

—Lo que yo necesito de usted no me lo iba a dar.

Banning frunció el ceño y adelantó un paso con gesto amenazador.

—Oiga, Gaskell.

—Cálmese, Banning. Ha sido una manera como otra cualquiera de decirle a la señorita que no debe hacer ofrecimientos precipitados. ¿Verdad que usted lo ha interpretado así, señorita Maud?

Ella frunció la boquita.

—Usted es un pistolero desvergonzado. Primero se presentó ante mí como si perteneciese al personal del rancho de mi padre, y ahora…

—Le aseguro que estoy intentando regenerarme. Eso no es mentira. Y en cuanto a lo de ser empleado de su padre… Bueno, Banning sabe que casi lo soy. ¿No es así, Banning?

—La primera vez que le vi aseguró que no le gustaba hablar mucho, Gaskell; pero por dos veces me ha demostrado ya lo contrario.

—También acostumbro a decir que no sé disparar muy bien y vea.

Gaskell abarcó la calzada con un ademán de su mano sana, como si tuviese una exposición propia de cadáveres, de la cual estuviese muy satisfecho.

—No discutan. Nos iremos a casa, Banning. Usted, señor pistolero, lo mejor que podría hacer es ir a que le atiendan esas heridas. Desde luego, no parecen importantes, pero siempre es mejor…

—Ya, ya.

Maud Garson sonrió.

—Y perdóneme por lo que le dije de que mi padre le haría matar por lo que hacía.

—No se preocupe. ¿Por qué me mira así?

Maud Garson se ruborizó. Sin darse cuenta había dejado su mirada prendida en los ojos del pistolero. Inclinó la cabeza, sin contestar, un poco azorada.



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