Un conde de lo más insoportable by Sandra Bree

Un conde de lo más insoportable by Sandra Bree

autor:Sandra Bree [Bree, Sandra]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-12-16T00:00:00+00:00


Capítulo 11

Aislinn apenas pudo pegar ojo en toda la noche, pensando en la última conversación que había sostenido con Devlin.

¿Por qué se había molestado con él?

La razón era que rompía todos sus esquemas. No quería su compañía y, sin embargo, le gustaba. Era como cuando su padre le regaló su primer vestido de fiesta. Se había negado a que le agradase, pero lo hizo y ansiaba que le obligara a ponérselo los días en que estaba en casa.

—Lord Maubourg es diferente a como lo imaginaba —comentó esa mañana tía Janette mientras desayunaban las dos en el comedor. El marqués se había retirado temprano a su estudio y Aidan había salido a reunirse con su amigo Frederick Kerr, otro de los Benditos.

—¿A qué se refiere, tía?

—No lo sé. —Se encogió de hombros—. Tenía otra visión sobre él y, simplemente, no es lo que esperaba.

Janette no le supo, o no quiso, explicar más y Aislinn dejó pasar el tema. Conocía a su tía y no quería que pensara que el conde le interesaba de alguna manera especial. No fue lo mismo cuando recordó a la condesa viuda.

—Casi no la conozco, ni he tratado con ella —comentó la marquesa—. No es una dama que socialice mucho y, por lo que tengo entendido, tiene un grupo de amistades bastante selectivo. ¿Por qué quieres saber de ella?

—Curiosidad.

Su tía se encogió de hombros de nuevo y después cambió el rumbo de la conversación diciendo que le había complacido mucho su visita. Aislinn prometió regresar pronto.

En cuanto su equipaje estuvo preparado, se trasladó a la Traviesa. Quería cerciorarse de estar allí antes de que se instalase Devlin.

El señor Jenkins tenía la embarcación lista para partir. Se había asegurado desde bien temprano de que todo estuviera en orden, aunque se le hacía demasiado raro que la joven viajara sola con un hombre. Mucho más cuando Aidan le informó de que el conde pretendía aprender a manejar el barco y ella era quien le iba a enseñar.

No decía que su muchachita no pudiera hacerlo. Ella tenía agallas para eso y mucho más, pero se temía que no iba a tener un aprendiz de nota. Le bastaba con ver a una persona una sola vez para intuir de qué pie cojeaba, y estaba completamente seguro de que el conde no iba a aceptar de buen humor las órdenes de una mujer.

Después del almuerzo, alguien informó a Aislinn de la llegada de Devlin. Ella le dijo al grumete, que era quien había ido hasta su camarote, que la volviera a avisar una vez que se hubiera instalado.

Debió haber imaginado que él viajaría con su criado, pero no lo había tenido en cuenta, por lo que a última hora sus hombres debieron habilitar un espacio. Una boca más que alimentar no era ningún inconveniente, sobre todo cuando la Traviesa iba de vacío.

—Ya está todo listo —le dijo el señor Jenkins.

Parecía tan impaciente como ella por salir de Inglaterra, de modo que Aislinn asintió con una enorme sonrisa en los labios.

—Puede levar anclas.

El hombre se dio la vuelta para situarse cerca del timonel y dar la orden.



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