Cinelandia by Ramón Gómez de la Serna

Cinelandia by Ramón Gómez de la Serna

autor:Ramón Gómez de la Serna [Gómez de la Serna, Ramón]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1923-06-06T00:00:00+00:00


XXI. El incendio de Mary

Jacobo Struk ya era el muchacho que sigue su carrera en el extranjero y que todos los primeros de mes recibe dinero de su familia para sostenerse.

Era el personaje en que Cinelandia iba quedando como una aventura excepcional, era el que veía más claro lo que allí pasaba y que degustaba mejor que nadie la mañana de un sueño cumplido, que era la población genial en que se fumaban los mejores cigarrillos.

Era el estudiante de no se sabía qué carrera, que se había hecho novio de una de las más bellas protagonistas del cine.

Mary, ingeniosa y libertina —⁠sostenía que los bidets eran como pilas del agua bendita que depuraban el día anterior⁠— le regalaba a Jacobo las sonrisas que la habían quedado después de calcomonizarlas en las interminables hileras del cinematógrafo, en esos rascacielos en que es siempre la misma la vecina de todas las ventanas.

No podía darle todo lo que ella hubiera querido, pero ya en sus diálogos ponía su gran desilusión para que él comprendiese la medida de lo que era posible que le hubiese dado.

Padecía un regastamiento del corazón.

—Tengo —solía decir ella— la pastilla regastada. Apenas me queda esa oblea que queda en la jabonera del jabón que anduvo mucho en el agua.

¡Qué desmejoramiento el de Mary!

Todavía salía bien en las películas, pero se veía en su rostro el desgaste de su incontinencia pelicular, como si aquella especie de diabetes de la expresión la arrojase en la difusión.

Sus quejas íntimas eran siempre ésas, temor de su prodigalidad y el arrepentimiento de aquella película pornográfica que guardaban como oro en paño los ricachos del mundo, aquella película en que ella repetía los mismos gestos obscenos frente a aquel perro pachón feroz con los ojos revertidos y retorcidos hasta el último cielo del abismo y la abyección.

«Mientras este film se proyecte, mientras exista una copia de él —⁠parecía decirla su conciencia⁠— gozarás infiernos diferentes, y sobre tu arrepentimiento y la absolución final en que te puedan envolver, permanecerá el pecado».

Jacobo la quería disuadir de aquellas últimas neurastenias, pero ella llevaba como una espina que la diese mucho dolor y alborotase toda su vida aquella ingenuidad desesperada de Jacobo.

¡Qué difícil conducir el espíritu perturbado por las más lejanas comunicaciones de una estrella de cinematógrafo! Jacobo sufrió la insaciabilidad y los cambios de humor, dependientes de un útero como de un auricular de telefonía sin hilos.

¿Cuál podrá ser el final de aquel idilio feliz y tembloroso?

Nada de boda ni de perpetuarle demasiado en su memoria. Ráfagas lejanas se llevaban su recuerdo y cuando ella volvía a casa parecía haber sucumbido a los empujoncitos en las casas felices de Cinelandia sobre los divanes de la libertad suma.

Pero una tarde sucedió lo inesperado. Hacía Mary un papel de miriñaque, y había amontonado los encajes como la más rica de las princesas que se pusieron miriñaque. Parecía una de esas aves desconocidas y ricas en plumaje que poseen unas pesadas alas con las que no podrán volar nunca.

Toda la película



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