Tres cuerpos salvajes by Eva Baltasar

Tres cuerpos salvajes by Eva Baltasar

autor:Eva Baltasar [Baltasar, Eva]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Random House
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Se pasa el día comiendo. Me pide que le traiga empanadas, baja al súper y vuelve cargada con galletas, quesos, y botes y más botes de cacahuetes. Parece excitarla que la cocina se nos quede pequeña. Por la noche se prepara un bol de leche y deshace en ella un rollo de canela. Se lo zampa sentada a la mesa, concentrada en cada cucharada como un tigre en un cadáver fresco. Las hormonas hacen su trabajo, la adoban y la preparan, la utilizan para disponerlo todo al gusto y la satisfacción del niño. Acudimos a la clínica cada tres días. Le hacen una ecografía y valoran el estado de maduración de los óvulos. Descubro que la función de las inyecciones es puramente aceleradora. La estrategia infame de los ginecólogos es someter sus ovarios a la explotación. Si todo va bien, dentro de una semana tendrá ocho o diez óvulos maduros en el lugar previsto para albergar sólo a uno. El ovario convertido en un piso patera, vamos. Entonces, una vez tenga ese manojo de extraordinarias posibilidades en su interior, la inseminarán. Nos lo comunican y ella asiente y sonríe. Ni siquiera pestañea, es como si la hubieran hipnotizado. No puedo creer que no se eche atrás allí mismo. ¿De verdad permitirá que le endilguen entre cuarenta y sesenta mil espermatozoides de un joven atlético de veinte años? ¿Tenía dentro ocho óvulos maduros? Expongo mi temor con toda la educación y el control de los que soy capaz. No quiero salir en la portada de ningún diario con media docena de criaturas amontonadas en una cuna mandada a hacer, rojas y arrugadas como ratas, y una mujer ojerosa a mi lado, reventada por fuera y por dentro. La ginecóloga mira a Samsa y le dedica un gesto comprensivo. Hay formas de comunicación sutiles pero déspotas, que poseen una capacidad prodigiosa de aislamiento. La gran campaña acaba de convertirse en algo incomprensible y valioso que oscila entre ambas. Yo ya no tengo cabida ahí. Soy la acompañante no deseada, aquello que hay que soportar. Samsa gesticula con impotencia. La vergüenza la debilita, las excusas se le caen de las manos. Es como si mi razonamiento fuese tan primario que la insultase no sólo a ella, sino también a la ciencia, al método experimental, a los sacerdotes de las santas iglesias fecundantes, siempre tan sabios y conscientes, siempre tan blancos.



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