Tomar tu mano by Claudia Hernández

autor:Claudia Hernández [Hernández, Claudia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: literatura salvadoreña, novela en español, servicio doméstico, historias reales de supervivencia en abusos o injusticias, violencia doméstica, valores humanos, ficción moderna y contemporánea, literatura latinoamericana
ISBN: 9789585474826
editor: eLibros - Laguna Libros
publicado: 2021-10-12T00:00:00+00:00

30

¿Cómo la había encontrado?

Siempre hay alguien que mira, le responde el que conduce.

No importa que se cambie de peinado.

La identifica.

No importa que se cambie de trabajo.

La ubica.

Donde la encuentra, la sube al auto o la arrastra a un predio o a un callejón.

Ha sido así desde entonces.

Él no entiende por qué se queja todavía.

Lo odia.

Ya debería estar acostumbrada.

Déjeme.

De alguna manera, ya debe gustarle a ella también.

Malnacido.

Si no, ¿por qué no se ha ido?, piensa él.

¿A dónde se iría?

¿Por qué no lo mató cuando tuvo la ocasión?, piensan ambos.

Es el padre de sus hijos, se contesta.

Tampoco anda armada, incluso cuando sabe que volverá a encontrárselo.

¿De nuevo él?

Esa y cada vez que se le antoje.

¿Hasta cuándo?

Hasta que se canse de ella.

¿No se ha cansado todavía?

Ni se cansará.

Está advertida.

¿Qué quiere a cambio de que la deje?

No puede negociar con él.

Le da lo que quiera.

No tiene nada para ofrecer.

Puede conseguirlo.

Él ya tiene lo que quiere.

Lo toma cada vez que lo desea.

Le pide que la suelte.

Quiere que se lo pida con más fuerza, como si de verdad lo deseara.

Él es feliz cuando ella se resiste.

Ella decide largarse de nuevo.

Más lejos esta vez.

¿A la capital?, pregunta la mujer que le alquila la pieza.

Ha ahorrado lo justo para llevarse a los niños.

¿A todos de una vez?, le pregunta la mujer.

No puede ser de otra manera.

No puede permitirse tener que regresar a ese lugar.

No cree que le alcance. ¿Por qué no se va mejor donde sus tías?

¿A qué?

No cree que ellas puedan quererla igual que antes.

Dirán que las dejó, que es una muchacha malagradecida que olvidó todo lo que le enseñaron tan pronto como le subió la calentura.

Ellas pensarían que regresaba porque las cosas no le habían salido bien.

Sabían que ese momento llegaría.

Ella no quiere que le recuerden todo lo que ya no es ni todo lo que ella ya nunca podrá ser.

No quiere enojarse con ellas por confiársela a ese hombre.

No quiere reclamarles que no hayan notado que mentía cuando les dijo que quería quedarse con él.

No quiere que les hablen a sus hijos de pureza y castidad, como hicieron con ella.

Prefiere la capital, contesta. Hay más oportunidades para trabajar.

¿Quién va a cuidar de tus hijos allá, niña?

Ellos mismos.

Les pide que, por favor, no vayan a causar problemas.

La comida queda acá.

Le das de comer a tus hermanos cuando esta aguja del reloj esté acá y cuando esta otra esté acá, ¿de acuerdo?

Ella lavará los trastos cuando regrese.

No le abran la puerta a nadie.

A nadie, repiten.

Así sea Dios quien toque.

No se puede confiar en él.

Los niños se ríen.

¿De verdad llegaría Dios a su puerta?

Podría ser.

¿Sí?

Ay de aquel al que se le ocurra abrirle.

Nadie osaría hacerlo.

El juicio final no es nada comparado a lo que ella ha dicho que sucederá si desobedecen.

Tiene que trabajar, ¿lo entienden?

Sí.

Confía en ellos, dice.

Se los deja encargados a una anciana vecina.

Nada más estese pendiente, pide. Que no vayan a quemar la casa.

Son niños buenos, comenta al final del día la anciana.

Le ayudará a conseguir lugar para ellos en una buena escuela pública.

Ella quiere que estudien con ganas.

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