Solo encantadora by Mary Balogh

Solo encantadora by Mary Balogh

autor:Mary Balogh [Balogh, Mary]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2014-10-28T00:00:00+00:00


* * *

Agnes se puso su vestido mañanero de color verde musgo y la pelliza a juego con el bonete de paja que compró el año anterior. Por supuesto, no hubo tiempo para comprar ropa nueva para su boda. Daba igual. De hecho, era mejor así. Si hubiese tenido tiempo para comprar o para confeccionar algo, también habría tenido tiempo para pensar.

El pensamiento, sospechaba, era su peor enemigo en ese momento. O tal vez la falta de pensamiento fuera el enemigo a largo plazo. Desconocía por completo en lo que se estaba metiendo.

¿Qué bicho le había picado?

No, no pensaría. La noche anterior había dicho que sí porque le había resultado imposible decir que no, y ya era demasiado tarde para cambiar de opinión.

Además, de haber dicho que no, él se habría marchado al día siguiente con los demás, para nunca volver, y eso no lo habría soportado. Se le habría partido el corazón. Se le habría partido, por más extravagante y ridícula que pareciera la idea.

La suite de invitados…

No, no pensaría.

Alguien llamó a la puerta y Dora entró en el dormitorio.

—No dejo de creer que voy a despertarme, como si fuera un sueño —dijo—. Pero me alegro de que no sea un sueño, Agnes. Me alegro por ti. Creo que serás feliz. Me cae bien ese muchacho, aunque sigo sin fiarme ni un pelo de esa ceja suya que parece tener vida propia. Y mejor no pensar mucho en la imagen que acabo de pintar, ¿verdad?

—Dora —dijo Agnes, que entrelazó las manos con fuerza y se las llevó al pecho—, me siento fatal. Por dejarte.

—No debes sentirte así, en absoluto —repuso su hermana—. Era inevitable que volvieras a casarte algún día. Nunca he esperado que te quedaras aquí conmigo para siempre. Solo pido que seas feliz. Siempre te he querido más que a nadie, que lo sepas; algo sorprendente cuando tengo un padre, un hermano y varios sobrinos. Pero tú siempre me has parecido más una hija que una hermana. Tenías cinco años cuando yo tenía diecisiete.

Cuando las dejaron solas, salvo por su padre, que se encerró en sí mismo después de que su madre se marchara y fue una presencia casi invisible en sus vidas. Oliver, su hermano, ya estaba en Cambridge.

—Dora. —Agnes titubeó. Nunca había preguntado y siempre había creído que nunca lo haría. Desde luego que no era una pregunta para ese día. Pero salió de sus labios de todas formas—. ¿Somos hermanas?

Dora la miró fijamente, con los ojos desorbitados y la boca entreabierta.

—Quiero decir que si somos hermanas de padre y madre —explicó Agnes.

Su padre, Oliver y Dora tenían el pelo oscuro y los ojos castaños. Al igual que su madre. Pero Agnes, que nació mucho después que sus dos hermanos, no se parecía a ellos. Era una tontería. Había más explicaciones además de la que ella llevaba media vida intentando no tener en cuenta. Había rasgos que a veces se saltaban una generación.

—Nunca he visto indicios de que no lo seamos —le aseguró su hermana—. Recuerda que yo tenía doce años cuando tú naciste.



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