Siddhartha by Hermann Hesse

Siddhartha by Hermann Hesse

autor:Hermann Hesse [Hesse, Hermann]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Filosófico
editor: ePubLibre
publicado: 1922-01-01T05:00:00+00:00


JUNTO AL RÍO

Ya lejos de la ciudad, Siddhartha caminó por el bosque. Sólo sabía una cosa con certeza: que no podía volver, que la vida que había llevado durante años había pasado, concluido, y que la había gozado hasta hastiarse.

Había muerto el pájaro cantor con el que soñara. El ave de su corazón había dejado de existir.

Fue un profundo cautivo del samsara, se embebió de asco y muerte por todas partes, como una esponja absorbe agua hasta empaparse. Siddhartha estaba lleno de fastidio, de miseria y muerte; ya no existía nada en el mundo que pudiese alegrarle o consolarle.

Con ansiedad deseaba no saber nada de sí mismo, permanecer tranquilo, muerto. «¡Que caiga un rayo y me mate! —pensaba—. ¡Que venga un tigre y me coma! ¡Que tome un vino, un veneno que me adormezca, que me haga olvidar y me dé un sueño sin final! ¿Queda alguna suciedad con la que todavía no me haya manchado? ¿Un pecado o una necedad que no haya cometido? ¿Un vacío del alma sin sentir? ¿Era posible respirar y aspirar una y otra vez, sentir hambre, volver a comer, dormir, permanecer junto a una mujer? ¿No se había agotado ya ese círculo para Siddhartha?».

Llegó junto a la orilla del gran río del bosque, el mismo que le hizo cruzar un barquero cuando todavía era joven y venía de la ciudad de Gotama. Se detuvo vacilante a la orilla del río. El cansancio y el hambre le habían debilitado. ¿Para qué seguir adelante? ¿Hacia dónde ir? ¿A qué destino? No, ya no existían objetivos; lo único que palpitaba era una ansiedad profunda y dolorosa de arrojar ese sueño confuso, de escupir ese vino soso, de zanjar esa vida miserable y vergonzosa.

Un árbol se inclinaba sobre la ribera del río: era un cocotero, en cuyo tronco apoyó Siddhartha el hombro; Siddhartha abrazó luego el tronco y observó el agua verde que se deslizaba a sus pies; miró hacia abajo y sintió deseos de soltarse y de desaparecer bajo el agua. Un vacío estremecedor se reflejaba entre las ondas, al que replicaba el terrible hueco de su alma. Sí, estaba acabado. Sí, para Siddhartha, con la vida destrozada y sin meta, con su formación malograda, ya no quedaba otra solución que lanzar su existencia a los pies de los dioses con una sonrisa irónica.

Ese era su deseo: ¡La muerte, la destrucción de la forma odiada! ¡Que los peces devoren ese perro de Siddhartha, ese demente, ese cuerpo desmantelado y podrido, esa alma decadente! ¡Que los cocodrilos se lo coman! ¡Que los demonios lo descuarticen!

Con el rostro desencajado clavó su vista en el agua: al ver el reflejo de su cara escupió en el agua. Lleno de abatimiento separó el brazo que apoyaba en el tronco y se volvió un poco para deslizarse y hundirse de una vez para siempre. Se hundía hacia la muerte con los ojos cerrados.

En ese instante sintió una voz llegar desde remotos lugares de su alma, del pasado de su agotada existencia. Era



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