rock: mi roca (Spanish Edition) by Sunday Anyta

rock: mi roca (Spanish Edition) by Sunday Anyta

autor:Sunday, Anyta [Sunday, Anyta]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2020-08-11T00:00:00+00:00


Rudita

Ese «cuando quieras» llega un par de semanas después. La noche antes de la cirugía de Lila.

Jace se cuela en mi habitación.

—¿Cooper?

Estoy despierto. Los nervios y la esperanza de que todo salga bien no me dejan dormir.

—¿Sí?

Me agarra el pie por encima de la colcha.

—No puedo dormir —me dice.

Lo sé. Lleva una hora tocando el piano. Empezó siendo una melodía alegre y llena de júbilo para tornarse en algo nervioso, oscuro y desesperado que ha hecho que me tape los oídos con la almohada.

—¿Vienes conmigo a ver las luciérnagas?

Estamos en pleno invierno y puede oírse el viento chocando contra las contraventanas.

Aún eso, salgo de la cama y cinco minutos más tarde estoy completamente vestido y adentrándome en el bosque con Jace.

Un viento helado nos despeina el pelo mientras entramos en la cueva. Las luciérnagas se han ido por la llegada del invierno, pero nuestro rincón especial sigue ahí, inalterable. Dejo mis preocupaciones en la entrada y me permito a mí mismo respirar con tranquilidad.

—Tengo miedo —dice Jace. Está de pie, cerca de una de las paredes de la cueva.

Me pongo detrás de él y le paso los brazos por la cintura, apoyando la frente contra su nuca.

—Tiene muy buenos médicos, y ella es muy fuerte. Saldrá adelante.

Mi cabeza se mueve al ritmo de su asentimiento.

—No es solo por mi madre —dice, tan bajito que casi ni le oigo.

—¿Por qué más?

—Por mí. Por Susan.

Rechino los dientes.

Él continúa:

—El fin de semana pasado me acosté con ella por primera vez.

Quiero apartarme, pero Jace me está acariciando el dorso de la mano.

—Fue después de que mi madre nos dijera que tenían buenas noticias. Estaba tan lleno de esperanza… Rebosante de energía. Ella me besó y tuve la necesidad de acercarme más, ¿entiendes?

—Perfectamente.

Me empiezo a apartar, pero Jace me agarra de la mano, sujetándome donde estoy.

—No, esa es la cuestión. Que no fue perfecto en absoluto. No sentí nada. Nada.

Dejo salir el aire muy despacio.

—¿Y eso es lo que te da miedo?

La suave llovizna que se oía fuera se convierte ahora en una lluvia torrencial.

—Sí. Porque hace que lo vea todo negro.

—Jace, no hablarás de hacerte daño…

—No, no es eso. Recibí una cosa por correo y no la he abierto porque no quiero que nada cambie, pero las cosas van a cambiar y… —Se gira—. Abrirlo hará que lo que queda de luz desaparezca.

Se frota la cara con ambas manos y continúa:

—Ojalá nunca me hubiera acostado con ella. Ojalá mi madre no estuviera enferma. Ojalá no estuviera siempre tan muerto de miedo. Ojalá fuera fuerte como tú. A ti te da igual lo que la gente piense y no te da miedo ser tú mismo. Yo también tengo que ser yo mismo. Pero… no puedo. Joder. Sueno como un imbécil. Ni siquiera sé qué estoy diciendo. Llevo siglos sin dormir y… no sé.

Le levanto la cara, agarrándole por la barbilla. Tengo miles de palabras reconfortantes en la punta de la lengua, pero en lugar de pronunciar cualquiera de ellas, le susurro:

—Te quiero.

La lluvia cae con fuerza contra las hojas de los árboles y el agua del arroyo.



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