Qué nos hace humanos by Jeff Garvin

Qué nos hace humanos by Jeff Garvin

autor:Jeff Garvin
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2020-07-03T00:00:00+00:00


Capítulo_19

Paso los siguientes días en una neblina oscura. Mi sentimiento de pertenencia­ se evapora, junto con mi confianza. Sierra Wells me observa cuando entro a la clase de Literatura, y Cole, el compañero de equipo de Vickers de cabello tieso, aprieta su entrepierna en dirección a mí cuando voy de camino a los casilleros antes de Precálculo. Trato de que no me afecte, pero es en vano. A la cuarta hora, Casey Reese intenta animarme, pero no le hago caso. Solo quiero estar a solas.

Tengo una conversación vaga y sin humor con Solo, y cuando me pregunta qué me pasa, nada más muevo la cabeza. Bec me lanza miradas preocupadas, pero no dice nada. Quizá trata de darme algo de espacio. Es difícil saberlo, porque tengo una sensación tan fuerte de desprendimiento, como si todo fuera irreal, que no puedo aligerar la presión que llevo instalada en el pecho.

te veo en el almuerzo, maldito trans

El mensaje se repite una y otra vez en mi cabeza, y en lugar de prestar atención en clase, intento compulsivamente descubrir quién lo envió y por qué. Me parece que se reduce a dos posibilidades.

Una: el mensaje es una amenaza vacía de un desconocido. No tiene nombres, ni lugares ni detalles. Solo un ambiguo “te veo en el almuerzo”. Todos comen el almuerzo, así que aunque es razonable pensar enseguida en Vickers y su pandilla porque me han hostigado en el comedor, no hay pruebas que indiquen que tienen algo que ver. Cualquiera pudo haber enviado el mensaje; de hecho, es probablemente el mismo anónimo que escribió “si que eres marica” y “en nuestra escuela no necesitamos otro marica”. En otras palabras, es un troll al azar que intenta asustarme. Es la conclusión más probable, pero no es la que me da vueltas y vueltas.

La segunda posibilidad es que realmente se trate de alguien de la escuela; y el más probable es Jim Vickers. Si es él, significa que enlazó con mi blog de alguna manera y significa también que puede hacer mucho más que hostigarme: puede exponerme. La idea me hiela el estómago.

Pero si quisiera descubrirme, ¿por qué no pone un enlace en línea o envía un correo electrónico a todos sus amigos? Es evidente que eso no ha sucedido, porque las miradas y los comentarios que recibiría serían peores, en lugar de irse apagando, que es lo que parece que ocurre.

De todos modos, aunque no hay ninguna prueba que lo justifique, no puedo sacudirme la sensación de que es alguien de la escuela. Que alguien sabe. Si no es Jim Vickers, ¿quién?

Únicamente se me ocurren dos posibilidades: Bec y Solo. La idea de que cualquiera de ellos me descubriera, así fuera por accidente, para no hablar de que me amenazara, es tan devastadora y tan inverosímil que no lo quiero ni pensar.

Pero no puedo evitarlo.

Sé que Bec sabe algo. Percibe algo en mí que no he sido capaz de decir en voz alta. Es casi como si leyera mi diario. Al fin y al cabo, me invitó a “la Q”.



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