Plumas de doble filo by Lola Van Guardia

Plumas de doble filo by Lola Van Guardia

autor:Lola Van Guardia
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Variada
publicado: 1999-08-09T22:00:00+00:00


Pero quien más sufría los efectos del insomnio y las pesadillas era la inspectora García. Desde la capital del estado pluriautonómico le habían dado un ultimátum. O resolvía pronto el caso Mayo o la destituían sin contemplaciones. Y ella no sabía dónde demonios buscar a aquella sospechosa, que guardaba las claves del enmarañado suceso. Además, su atribulado corazón se agitaba con el influjo de la luna y la atormentaba con la apetecible imagen de la chica del Gay Night.

—Si es que no me concentro, no me concentro —se decía—. Y así no hay forma de resolver un caso.

Revisó de nuevo el expediente, releyó una vez más los informes y volvió a poner todo en orden. Aquella tarde le llegó desde la capital —lo suyo les había costado enviarla —la declaración de la dueña del Se Te Ve La Pluma, que aportaba una nueva información, en apariencia, interesante: la sospechosa, Evarista Reyes, había trabajado también en el Club Osiris, un centro de estética y fitness para mujeres, en el que —era de sobras conocido— se practicaba el chaperío de alto standing.

Pero, en definitiva ¿qué tenía? Nada. Nada en absoluto. Los interrogatorios realizados a todas aquellas personas que conocían a la fugitiva coincidían en afirmar que había desaparecido sin dejar el menor rastro. ¿Dónde demonios podría encontrarla?

—¡Cagiien, cagüen y caguen! —repitió, dando tres puñetazos en el escritorio y haciendo saltar algunos informes.

Ante sus ojos quedaron las fotografías de Laura Mayo dispuestas en orden y con el detalle destacado del anillo que lucía siempre y que, sin embargo, no aparecía en la mano chamuscada sobre la barbacoa. No había que obviar aquella ausencia. ¿Cómo y por qué desapareció el anillo? Probable-mente, dedujo, se lo robaron. Y si era así, no cabía duda de que se lo robó la misma persona que estaba con ella y que además la asesinó. Tenía que confirmar esta teoría, pues no era descartable que el anillo se hiciera añicos en la caída y/o se chamuscara en la barbacoa. Sin perder un minuto, llamó al despacho de la forense para consultar aquella duda.

—Diga —se oyó la voz al otro lado.

—¿Fernández?

—Sí

—Soy García.

—¿Quién?

—García, la inspectora García.

La forense se sorprendió. No esperaba una llamada de García. Incluso se inquietó, pero mantuvo la calma.

—Diga, inspectora.

—Mire, Fernández, resulta que me estoy mirando los informes del caso Mayo y hay una cosa que no acabo yo de entender y me he dicho, digo, pues, déjame consultarlo y así salgo de dudas —la puso al corriente de sus especulaciones y finalmente preguntó—: ¿Sabe usted si el anillo pudo romperse al caer? ¿Recuerda si había algún resto entre las brasas? O... No sé. O algo.

La forense mantuvo aquel tono de voz seco, exento de emociones.

—Lo siento, inspectora, tendría que saber de qué material era el anillo.

—Bueno, tratándose de Laura Mayo no creo que fuera de latón barato. Si se fija en todas las fotos en las que sale, lleva ese anillo excepto, ya le he dicho, en la de la barbacoa. ¿Quiere que le envíe una instantánea



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