Numbers by Ward Rachel

Numbers by Ward Rachel

autor:Ward, Rachel [Ward, Rachel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: En Curso, Sobrenatural, Thriller
editor: Planeta
publicado: 2013-04-11T04:00:00+00:00


Capítulo 19

Me estaba despertando poco a poco, aún medio en sueños, sin tener muy claro lo que era real y lo que no. Podía oír los sonidos cálidos y profundos de las vacas que se comunicaban unas con otras. Mi nariz estaba llena de un aire con olor a tierra y a excrementos, animal y vegetal todo mezclado. Estaba enroscada sobre un costado, como siempre, pero sentía la espalda caliente y había algo pesado cruzado por encima de mí que hacía que me sintiera atrapada. Abrí los ojos y vi una pared de heno. Bajé la vista y me encontré el brazo de Spider envolviéndome la cintura. Él también estaba durmiendo de costado, enroscado sobre mi cuerpo.

La luz empezaba a asomar. Las vacas estaban comenzando a ponerse en pie y pateaban el heno que tenían por allí. Supongo que eso fue lo que me despertó. Le puse la mano a Spider en el brazo y me abracé más fuerte. Ese leve movimiento lo despertó, me acarició la coronilla con la nariz y me plantó un beso ahí.

—Será mejor que nos levantemos. Ya es por la mañana —le susurré.

Spider gruñó.

—Vale —asintió—. Sólo cinco minutos más.

Y nos quedamos allí tumbados un poco más. Yo ya estaba despierta del todo, repasando la noche anterior. ¿Había sido real? ¿Era yo diferente ahora? Spider volvió a dormirse; podía saberlo por el peso de su brazo y su respiración pesada y regular junto a mi cabeza.

Empecé a preocuparme de que alguien nos encontrara allí. Seguramente alguien aparecería para cuidar las vacas; no las iban a dejar allí sin más durante días, ¿verdad? Me volví bajo su brazo y le pasé las manos por el pecho para despertarlo.

—Vamos, tenemos que irnos.

Abrió un ojo perezoso.

—¿Y por qué tanta prisa?

—Tenemos que salir de aquí. Ya empieza a haber luz. —Me revolví en sus brazos para salir de mi prisión y me incorporé para sentarme. No habíamos dormido en la cueva de heno; sólo nos tumbamos sobre algunas balas que había por allí. La ropa estaba tirada por todas partes y había calcetines embarrados sobre la tierra sucia. Pues, sí: había sido real.

Recogí mi ropa e hice lo que pude para quitarle la suciedad. Después me desvestí para volver a vestirme correctamente esta vez. Me sentía más cohibida en la fría luz de la mañana, así que me puse rápidamente la camiseta y luego me retorcí para ponerme el sujetador por debajo.

—¿Por qué haces eso? —me preguntó una voz somnolienta—. Ya lo he visto todo. Ya no tienes que esconderte.

—Lo sé —le respondí—. Es que tengo frío. Venga, levántate. Toma. —Hice una pelota con su calcetín que me había puesto por error y se lo tiré.

—Voy, voy.

Cuando nos vestimos, ya no nos quedó más que marcharnos. No había nada para desayunar, ni siquiera para beber. Las vacas se habían alineado junto a la valla y nos observaban curiosas. Su aliento creaba vapor en el frío aire de la mañana. Metimos las mantas en un par de bolsas y nos fuimos.



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