Música infiel y tinta invisible by Elvis Costello

Música infiel y tinta invisible by Elvis Costello

autor:Elvis Costello
La lengua: spa
Format: epub
editor: Malpaso
publicado: 2016-05-23T00:00:00+00:00


La cuenta atrás con vistas a este momento inolvidable había empezado hacía nueve meses, cuando una situación semejante tan sólo podía tener lugar en forma de muy desagradable pesadilla, cuando todo parecía ser posible o, como Shakespeare hizo decir a Pistol, 'Pues entonces el mundo es mi ostra y lo abriré con la espada'.

Nuestra siguiente gira comenzó en Bélgica, donde siempre empiezan los conflictos de los buenos. Después de haber estado viajando por todas partes con la espada en la mano, parecía ser pan comido. Me decía que mi ligero parecido físico con el rey Balduino facilitaría que nos recibieran calurosamente.

Nuestros teloneros fueron Suicide, un dúo formado por Martin Rev, quien tocaba un órgano Farfisa distorsionado y una primitiva caja de ritmos, y Alan Vega, conocido por cantar canciones como 'Ghost Rider', 'Girl' y 'Frankie Teardrop' como si se tratara de su última voluntad en este mundo.

Pero, esa noche en Bruselas, la simple aparición de Suicide hizo que el público se sumiera en un paroxismo de rabia o eso parecía. Empezaron a abuchearlos y a insultarlos sin piedad nada más sonar el primero de sus temas. Y se pusieron a corear mi nombre artístico entre una canción y otra, como si así fueran a conseguir que saliera al escenario un segundo antes de lo convenido.

Alan Vega no rehuyó la confrontación con los de la primera fila. Cantó, suplicó, se defendió como artista y hasta les ofreció el micrófono en un gesto de sacrificio.

Agradecido, un belga muy pillo lo desconectó y desapareció entre la multitud. El personal de gira de Suicide echó a correr tras él seguidos por los guardias de seguridad y lo siguiente que pasó fue que se formó una batalla campal.

Años después, Alan Vega me dijo que no creía que esa noche hubiéramos llegado a pisar el escenario, pero otras versiones establecen que dejamos claro nuestro desagrado por el trato dispensado a Suicide tocando un set muy corto y rabioso.

Sí me acuerdo de que la policía se presentó con gases lacrimógenos y de que las peleas a puñetazo limpio se extendieron a la calle. Con las porras en la mano, los antidisturbios se lanzaron contra los iracundos miembros del público y, una vez que oyes el ruido de los cascos de los caballos contra los adoquines, está muy claro que las cosas no van terminar bien.

No íbamos a dejarnos intimidar y al día siguiente debutamos en el Olympia de París tocando un instrumental de Steve Nieve: 'Damage'.

Se me metió en la cabeza que teníamos que tocar dándole la espalda al público, como había visto en una foto de Miles Davis; me decía que era el único lenguaje que los parisinos iban a comprender.

Estas pequeñas provocaciones se convirtieron en rutinarias, pero ya no contábamos con el factor sorpresa. Por esos días, dimos muchos conciertos excelentes, pero, cuanto más complaciente nos parecía un público, más apretábamos las clavijas y estoy seguro de que muchas veces terminé haciendo un ridículo considerable.



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