Los disfraces del fascismo by Baltasar Garzón

Los disfraces del fascismo by Baltasar Garzón

autor:Baltasar Garzón [Garzón, Baltasar]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Política, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2022-05-25T00:00:00+00:00


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Errores que favorecen al fascismo

El problema con las ideologías es que lo justifican todo; puedes cometer todo tipo de crímenes. Si la ideología lo ordena, dejan de ser crímenes: así piensas cuando crees en una ideología. Lo que normalmente sería una conducta criminal ya no lo es si la ideología lo requiere, y esto es un factor terrible.

ISAIAH BERLIN[95]

Hay en la tortura un elemento que la convierte en una de las armas predilectas del fascismo. En la tortura, por definición, la víctima ha sido doblegada y no ofrece resistencia. La tortura consiste precisamente en infligir un daño, un dolor, un sufrimiento a quien no puede defenderse, ya sea porque se encuentra esposado, encadenado, atado a una camilla o colgado de pies, o de manos, o ambos. El torturador, por lo general, busca infligir un castigo o bien obtener información, o una confesión, para lo cual debe provocar el sufrimiento necesario para vencer la voluntad de la víctima. Es entonces cuando el torturador saca a relucir toda su prepotencia, su arrogancia, su concepto de superioridad. Y lo hará porque se lo han ordenado, porque le han convencido de que es necesario para conseguir un bien mayor, porque esa persona, la víctima, no merece ser tratada como persona, porque no es realmente un ser humano, al menos no como nosotros, ya que es judía, negra, comunista, gitana, homosexual o lo que sea. Sin embargo (lo dejé escrito en mi libro sobre jurisdicción universal No a la impunidad), la víctima de tortura, a pesar de todo, conserva intacta su dignidad como ser humano, pero quien se deshumaniza, quien se denigra y rebaja es el torturador, porque la tortura solo puede denigrar a quien la practica, a quien niega la condición de persona a otro ser humano.

Hay también supremacismo cuando una o más personas, un grupo, o incluso el propio Estado, se atribuyen la potestad de determinar quién merece vivir y quién no. Esto vale para las ejecuciones sumarias o extrajudiciales, pero también para los asesinatos selectivos de la mafia, los atentados terroristas e incluso la pena de muerte practicada por el Estado. Nadie puede atribuirse el derecho sobre la vida y la muerte de otra persona. La autoatribución de esta potestad es probablemente el ejercicio mayor de supremacismo, porque equivale a endiosarse, ya que tal potestad, si es que existe, suele adjudicarse en exclusiva en todas las religiones a la divinidad. Nuevamente, la idea radical de que todos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos, que es la esencia de los derechos humanos, es la mejor guía y antídoto contra el fascismo.

Recuerdo una antigua entrevista en ABC, en 2011, con el gran referente en filosofía política Michael J. Sandel en la que hablaba de su visión sobre la guerra de Irak:

Pregunta. ¿Fue justo o injusto invadir Irak?

Respuesta. No es cuestión de justicia. Fue un error de Bush.

P. ¿Y derrumbar a «Satán» Hussein?

R. No es injusto quitar a Sadam de su poltrona, pero fue un error que EE. UU. se inventara una guerra para derrocarlo.



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