Los besos en el pan by Almudena Grandes

Los besos en el pan by Almudena Grandes

autor:Almudena Grandes [Grandes, Almudena]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Drama, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2015-11-01T04:00:00+00:00


Adela baja enseguida a la calle a comprar los periódicos y al volver no se le ocurre encender la radio.

Cualquier otro día quizás habría escuchado la voz de su nieto con el desayuno, porque dos años antes, cuando Pepe y Diana estrenaron la casa de la playa, su primogénito decidió quedarse a pasar el verano en Madrid. Como acababa de enamorarse locamente de una chica pero no sabe freír un huevo, se instaló en casa de su abuela y la aficionó a escuchar ese programa tan gamberro, repleto de chistes y bromas con micrófono oculto, que a él le gusta tanto y ella todavía sintoniza algunos días, cuando en su matinal favorito hablan de economía o emiten alguna entrevista que la aburre. Desde que pasaron aquel verano juntos, Adela y Jose tienen un vínculo propio y distinto, especial, del que también forma parte un programa de radio desconocido para el resto de la familia.

Adela, profesora de griego jubilada, habría dado cualquier cosa por no madrugar cuando daba clases en un instituto, pero ahora son muy raros los días en los que consigue dormir dos minutos más que entonces. Quienes la conocen saben que a su pesar madruga mucho, pero hoy, cuando suena el teléfono a las ocho y veinticinco de la mañana, se asusta, y al escuchar la voz de su hija, se asusta todavía más.

—¿Qué ha pasado? —y no le concede margen para responder—. ¿Han llegado ya? ¿Quieres que vaya? ¿Ha habido detenidos? ¡Qué angustia, Diana, hija mía!

—No, mamá, no es eso.

—¿No? —y Adela se queda perpleja, porque hace más de dos semanas que Diana no habla de otra cosa que del cierre del Centro de Salud programado para esa misma tarde—. He mirado todas las previsiones de todos los canales y dicen que va a estar nublado pero que no va a llover. Me ha dicho la portera que les lleve huevos a las Clarisas, que eso no falla, pero ya le he dicho que si los llevo yo, con la fama que debo de tener en el cielo, seguro que diluvia, así que…

—Que no, mamá, que no es eso. Espera un momento. ¡Mariana! Cuéntaselo a la abuela, tú que lo has oído.

El teléfono cambia de manos y una voz torrencial, aguda y furibunda, estalla en el oído de Adela.

—Hola, abu —ahora es su nieta quien no le da la oportunidad de responder a su saludo—. Lo que ha pasado es que esa guarra, cerda, asquerosa, ha puesto en ridículo a Jose delante de media España, y ahora, encima, le ha dejado.

—Mariana… —a Adela le hace mucha gracia la súbita transformación de su nieta.

—¿Te lo puedes creer? ¡Le ha dejado! No, si qué se podía esperar de esa pija, facha de mierda, votante del PP, que lleva bragas rosas con el borde de florecitas.

—Mariana… —esa adolescente que en seis meses ha pasado de fan adicta a los youtubers a activista radical de cualquier causa justa.

—¿Que por qué lo sé, mamá? ¡Pues porque lo sé, porque se las vi



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