Libro de los árboles. La labranza by Columela

Libro de los árboles. La labranza by Columela

autor:Columela [Columela]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Ciencias naturales
editor: ePubLibre
publicado: 0042-01-01T00:00:00+00:00


Lo cual no debe entenderse referido únicamente a la simiente de las legumbres, sino como principio agronómico general. Basta constatar mediante una observación prolongada 19 —y así lo hemos constatado, desde luego— que un cabezudo que ha traído cuatro racimos, una vez cortado y puesto en tierra, desmerece de la fecundidad de la madre, de tal modo que unas veces produce un racimo menos, otras incluso dos. ¿Y en cuánto cifraremos la pérdida de los que han criado en 20 la madre dos racimos o apenas uno, cuando hasta los más productivos suelen temer el cambio? Así que, de buena gana, yo me confieso expositor de esta idea, más que su inventor, para que nadie piense que sustraigo a nuestros mayores la alabanza de la que se hicieron acreedores. Pues no hay duda de que creyeron esto mismo, aunque no haya sido transmitido en ningún escrito a excepción de los versos de Virgilio que he citado (que, por lo demás, se refieren sólo a las semillas de las legumbres).

21 En efecto, ¿por qué rechazaban tanto el vástago nacido de lo duro de la cepa como la punta[91] cercenada de un cabezudo productivo que ellos mismos habían dado por bueno, si no daban ninguna importancia al lugar de donde provenían los esquejes? Pues porque no dudaban de que determinados —por así decir— «miembros» albergaban la capacidad de producir, por lo cual condenaron como inútiles para la plantación, con muy buen juicio, el chupón y la punta del sarmiento. Así las cosas, no cabe duda de que su desaprobación sería mucho mayor asimismo en lo que atañe al ramo que, nacido en un lugar feraz de la cepa, no hubiera traído fruto. 22 Pues si juzgaban condenable la punta, es decir, la parte superior del cabezudo, aun siendo ésta parte de un esqueje fértil, ¡cuánto más enseña el sentido común que rechazaban el sarmiento si era estéril, incluso aunque hubiera nacido de la parte mejor de la vid! A menos, sin embargo, que creyeran —lo cual es absurdo— que éste, trasladado y cortado de su cepa y privado de su materno alimento, llegara a dar fruto, siendo así que mientras estuvo en la madre no había sido de ningún valor.

En fin, quizá estas cosas se hayan expuesto con más palabras de las que exigía la declaración de la verdad: con muchas menos, sin embargo, de lo que requería la viciosamente torcida y arraigada opinión de los campesinos.



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