Las damas de La Moncloa by Mª Angeles López de Celis

Las damas de La Moncloa by Mª Angeles López de Celis

autor:Mª Angeles López de Celis [López de Celis, Mª Angeles]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia, Política
editor: ePubLibre
publicado: 2013-05-07T00:00:00+00:00


Se puede decir más alto, pero no más claro.

Pero en honor a la ecuanimidad, hay que citar dos momentos, dos ausencias de Carmen especialmente significativas y, por consiguiente, muy destacadas en los medios de comunicación de la época. En 1988, cuando Mário Soares y su esposa visitaron oficialmente Madrid, Carmen no estaba: se había ido a Roma para desconectar de su vida presidencial. Se instaló en la Embajada española y dedicó unos pocos días a pasear por la ciudad, ir de compras, visitar museos, librerías, cines, ver amigos. En aquel momento ya había dejado las clases en el instituto y estaba en excedencia voluntaria. Después hizo una visita a su hijo Pablo, que estudiaba entonces en Estados Unidos, y parece ser que también se dio una vuelta por París con una amiga. En fin, que su ausencia en Madrid con motivo del viaje de los Soares fue sonada. Tampoco acompañó a González a un viaje oficial a Indonesia y Filipinas. Cuando se comunicó a nuestra Embajada en Yakarta que Carmen Romero no viajaría con su marido, ya era tarde. Los indonesios habían cubierto la capital del país con carteles en los que figuraba la foto del matrimonio. Para solucionar el problema se optó por tapar la mitad de las pancartas, que ofrecían así un aspecto de sometimiento a censura previa.

Carmen llevó su independencia respecto de su marido hasta tal punto que, como sindicalista convencida, intentó en más de una ocasión el acercamiento de González con Nicolás Redondo, cuya ruptura entre ambos líderes había hecho correr ríos de tinta en los medios. La reconciliación no fue posible, pero Carmen siguió tratando a Redondo con total naturalidad. Como tampoco el interés y la perseverancia de Carmen lograron recomponer las relaciones con Alfonso Guerra. El abismo entre ambos líderes era tan grande como sólida había sido su vieja y eficaz relación. Carmen siguió manteniendo su amistad con Guerra, sorprendiendo a las filas de su propio partido. Cuando el PSOE se convirtió en antiguerrista, Carmen hablaba con su amigo Alfonso en los pasillos del Congreso y acudía a algunas de sus conferencias o actos sin que aquello le planteara el menor problema.

Pero sería totalmente inapropiado hacer coincidir unos deseos de independencia legítimos con la deslealtad o la insolidaridad. Carmen siempre fue la compañera fiel e incondicional de Felipe. La que vivía cada día el sufrimiento de su marido cuando, tras su alarma estridente, el teléfono le comunicaba la noticia de un atentado terrorista. Ella siempre estaba ahí, cerca, aunque sin exhibicionismos de pareja perfecta ni matrimonio de libro.

Una obsesión de Carmen desde siempre había sido la de tener una casa propia. Tuvieron la de Sevilla, pero la vendieron, y como hemos dicho, la del barrio de La Estrella, en Madrid, era un piso alquilado por el partido. Así que, a finales de los ochenta, Carmen se lanzó a la emocionante tarea de buscar una casa de su gusto, decantándose en un primer momento por los pisos antiguos rehabilitados que estaban de moda en la capital de España.



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