Verdad by Émile Zola

Verdad by Émile Zola

autor:Émile Zola [Zola, Émile]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista, Psicológico
editor: ePubLibre
publicado: 1903-02-28T16:00:00+00:00


LIBRO TERCERO

I

Una noche, en la obscura tiendecilla de los Lehmann, convinieron David y Marcos que, en vista de que el Tribunal Supremo había comenzado su información suplementaria, lo mejor era cesar en toda agitación y aparentar que se mantenían al margen del asunto. Aceptada la idea de revisión, la familia se hallaba animada por una gran alegría y una gran esperanza. Si el Tribunal practicaba lealmente la información, seguramente se reconocería la inocencia de Simón y éste quedaría en libertad. Bastaba, pues, con permanecer alerta vigilando la marcha del asunto, pero sin denotar que ponían en duda la conciencia y el espíritu justiciero de los más altos magistrados del país. Una sola preocupación impedía que fuera completa la alegría de aquella pobre gente, pues las noticias de la salud de Simón continuaban sin ser buenas. ¿Sucumbiría allá lejos, antes del triunfo? El Tribunal había decidido que no había lugar a trasladarle a Francia antes de que recayese el fallo definitivo y, por otra parte, la información amenazaba durar bastantes meses. Pero, a pesar de todo, David estaba henchido de confianza, pues contaba con la extraordinaria fuerza de resistencia demostrada hasta entonces por su hermano. Como le conocía bien, tranquilizó a todos y hasta les hizo reír refiriéndoles incidentes de la juventud de ambos y rasgos característicos de Simón, hombre reconcentrado, metódico y meticuloso, con extraordinaria voluntad y sobremanera celoso de su dignidad y de la dicha de los suyos. Y aquel día se separaron unos y otros, resueltos a no aparentar inquietud ni impaciencia, como si ya se hubiera logrado la victoria.

A partir de entonces, Marcos se encerró en su escuela, dedicándose por completo a sus alumnos, desde la mañana hasta por la noche, con una abnegación que parecía crecer entre los obstáculos y los sufrimientos. Durante las clases, en compañía de sus alumnos, como si fuera un hermano mayor y esforzándose en compartir con ellos el pan del saber y las certidumbres de la verdad, se olvidaba algo de sus torturas y sentía menos el dolor de la herida, siempre sangrante en su corazón. Pero de noche, cuando se encontraba solo en la casa sin amor, caía en horrible desesperación y preguntaba cómo continuaría viviendo bajo la frialdad de su viudez. Cuando Luisa volvía de la clase de la señorita Mazeline, le aportaba algún consuelo. Sin embargo, cuando se encendía la lámpara para la cena, ¡qué prolongados silencios entre el padre y la hija, que se daban cuenta de su inconsolable desgracia, del abandono de la esposa y madre, cuyo recuerdo les obsesionaba! Trataban de escapar a la pesadilla hablando de las pequeñas incidencias de la jornada, pero todo les llevaba a ella y acababan hablando de ella solamente, acercando sus sillas y cogiéndose las manos como para darse mutuo calor en su soledad. Y todas las veladas acababan lo mismo: la hija sobre las rodillas del padre pasándole un brazo por el cuello y ambos llorando y estremecidos bajo la triste luz de la lámpara. El aposento estaba muerto, pues la ausente se había llevado la vida, el calor y la luz.



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