La muerte de Adonais by Fernando Valverde Rodríguez

La muerte de Adonais by Fernando Valverde Rodríguez

autor:Fernando Valverde Rodríguez [Valverde Rodríguez, Fernando]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Biografía
editor: ePubLibre
publicado: 2023-03-01T00:00:00+00:00


Invierno de 1822

Tras informar a las autoridades de su llegada, la primera gestión administrativa llevada a cabo por Byron fue una petición para poder disparar armas en el jardín trasero del palacio, pues al lord le gustaba practicar tiro por las tardes. La respuesta oficial fue muy cortés, dándole la bienvenida, pero denegándole su solicitud y advirtiéndole de la prohibición existente de disparar armas de fuego dentro de los límites de la muralla de la ciudad.

Aquello enfureció a Byron, que salió a cabalgar con Shelley en busca de un lugar en el que poder pasar las tardes disparando. Encontraron una tranquila granja en la que practicar, Villa la Podera, con un pequeño viñedo, situada a unos tres kilómetros de la Porta alle Piagge, al sur de la ciudad[195].

La llegada de lord Byron había relegado a las mujeres a un papel secundario dentro del círculo. Una vez por semana, Byron organizaba una cena en su palacio a la que no estaban invitadas. Aquellas reuniones apasionaban a Medwin, pero en cambio no impresionaban a Shelley, que de forma sarcástica escribió sobre ellas en una carta a Horace Smith: «Lord Byron nos reúne una vez por semana para cenar, lo cual me pone de los nervios, pues la velada consiste en contemplar cómo el resto se convierte en barriles de claret hasta las tres de la mañana[196]». Shelley, que trataba de mantener su vegetarianismo y que apenas bebía, se sentía incómodo en aquellas reuniones organizadas por su amigo. «El vegetarianismo de Shelley siempre molestó a Byron, que lo consideró algo excéntrico, sin reparar en la peculiaridad de su propia dieta[197]».

La rutina del lord también iba a alterar los horarios del grupo, acostumbrado a levantarse temprano. Byron tenía la costumbre de desayunar a las dos (una copa de té verde, sin leche ni azúcar, y un huevo) y cenaba cerca de dos horas después del atardecer. El resto del día lo pasaba leyendo o escribiendo hasta altas horas de la madrugada. Después, una vez exhausto, se marchaba a la cama, como él solía decir, «más a soñar que a dormir».

Con el círculo de Pisa casi al completo, la vida de Shelley se volvió mucho más apasionante, pero también se multiplicaron las apariciones y los sueños. Eran frecuentes sus visiones, que solo comentaba con Byron, el único que tomaba en serio lo que Shelley había dejado de contar a los demás. Una tarde, durante una sesión de tiro junto al lord, creyó ver a un niño tan pequeño que apenas podía caminar por sí solo. Durante cerca de una hora estuvieron buscándolo, con la angustia de que hubiera podido recibir una bala. Solo tras el agotamiento, Shelley se dio cuenta del parecido de aquel niño con William; y Byron, que no había visto a ninguna criatura entre los pinos, recomendó reposo a su amigo con la mayor comprensión.

Pese a las atenciones que le había ofrecido desde su llegada, Shelley había comenzado a tratar a Byron como a un igual, lo cual los había acercado en lo personal, pero alejado en lo literario, de lo que apenas hablaban.



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