La Luz de Lorelei by Jen Minkman

La Luz de Lorelei by Jen Minkman

autor:Jen Minkman
La lengua: spa
Format: epub
Tags: ficción y literatura para jóvenes, jóvenes, Romántica
editor: Dutch Venture Publishing
publicado: 2020-10-05T00:00:00+00:00


8.

Solo consigo dormir unas pocas horas antes de que mi alarma se dispare a las seis. Me despierto en seguida y empiezo a vestirme mientras la adrenalina recorre mi cuerpo ante la idea de lo que estoy a punto de hacer.

Hablar con una sirena. Y no solo hablar con él, sino hacerle saber que sé qué es. Ahora, estoy incluso más confusa de que se haya tomado la molestia de hacerse mi amigo cuando hay muchas otras cosas que podría estar haciendo, como matar al alcalde o volar por los aires la Torre de Brandaris.

Con las rodillas temblorosas, bajo las escaleras sin hacer ruido. Esto ya se ha convertido en una rutina diaria. Puede que Madre Henrietta se esté quedando sorda, porque debo de haber pasado junto a su dormitorio un buen número de veces durante los últimos días sin ser pillada.

El jardín que rodea el convento está cubierto con la neblina mañanera, el tipo de bruma que llega del mar y te deja salitre en la boca cuando respiras profundamente. Inhalo y saboreo el mar de Wadden, que me hace cosquillas en las papilas gustativas. Hoy, ese profundo mar va a cederme uno de sus secretos.

Camino en silencio hacia la costa. Por supuesto, la playa aún está vacía a estas horas; ni los pescadores han salido aún a lanzar sus redes ni a desamarrar sus botes. Aunque apuesto a que Tjalling saldrá dentro de poco ahora que estoy aquí. Es casi como si pudiera olerme. Por lo que sé, puede. ¿Tienes los peces sentido del olfato? Nerviosa, echo una mirada alrededor antes de sentarme con dificultad en las escaleras que hay cerca del muelle.

Me lleva unos diez minutos intentar apaciguar el ritmo de mi corazón y no parecer demasiado nerviosa antes de que su pequeño bote rodee los muelles al oeste del Kom. Parece como si llegara de la pequeña playa de cangrejos en la que amarró su bote anoche, lo que significa que ha estado “abajo” toda la noche, hablando con sus amigas Chillonas.

Incapaz de quedarme quieta, me levanto y camino hacia la orilla, mientras él se acerca lentamente a la playa, remando con sus fuertes y musculosos brazos. Sé que no puede haberme visto aún, y aun así no me sorprende cuando se da la vuelta y me sonríe. Sabe que estoy aquí, esperándole. Lo que no sabe es por qué.

Mis ojos se detienen en sus anchas espaldas. Parece tan humano... y su piel vuelve a ser normal, viva con el brillo bronceado de un joven normal que trabaja mucho tiempo al aire libre. No queda nada del extraño resplandor de las aletas y las escamas en su apariencia.

Una oleada de nauseas se apodera de mí cuando llega a la costa y salta del bote, arrastrándolo hacia la orilla a través del oleaje y atándolo en la esquina de un embarcadero. Me quedo ahí de pie, incapaz de moverme, incapaz de hablar. Y lo peor de todo es que no estoy paralizada de miedo ahora que me encuentro cara a cara con él; es anhelo.



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