La Europa remodelada. 1848-1878 by J. A. S. Grenville

La Europa remodelada. 1848-1878 by J. A. S. Grenville

autor:J. A. S. Grenville [Grenville, J. A. S.]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Siglo XXI
publicado: 2018-11-18T23:00:00+00:00


TERCERA PARTE

LA TRANSFORMACIóN DE LA EUROPA AUTORITARIA

XIV. LA UNIFICACIÓN DE ITALIA

Cavour volvió del congreso de París amargamente desengañado. Había ido a París a extender el poder de Piamonte en la Italia central y septentrional a expensas de los pequeños ducados y de la influencia austriaca. No consiguió nada. Piamonte no obtuvo ningún territorio como pago por sus sacrificios en Crimea. Aunque Piamonte desempeñó solo un papel limitado en los combates, uno de cada diez componentes de la fuerza expedicionaria de cerca de 18.000 hombres no volvió a su patria, víctima del azote de las epidemias en el invierno de 1855. El clima internacional no era favorable a los planes de Cavour en París y con todas sus intrigas y su tortuosa diplomacia, de la cual se habría sentido orgulloso Talleyrand, no pudieron superar las realidades de la política de poder.

Las políticas de Gran Bretaña y Francia eran diametralmente opuestas en lo referente a la cuestión italiana en 1856. La principal preocupación de Gran Bretaña era mantener a Francia alejada de Italia. A Palmerston y su secretario de Asuntos Exteriores, Clarendon, les habría gustado que Austria abandonara sus posesiones italianas en Lombardía y Véneto, dejando así Italia a los italianos, pero los austriacos estaban decididos a quedarse. Como los austriacos no solo eran recientes aliados, sino también futuros colaboradores en la tarea de mantener la situación en Oriente, Gran Bretaña y Francia no querían presionarles demasiado. Tampoco estaba dispuesto Napoleón III a abandonar la influencia francesa en Italia. Sus tropas se quedaron en Roma después de aplastar la República romana en 1849 y no tenía intención de retirarlas; el apoyo británico al Piamonte y a «Italia» se limitaba a la exhortación. Los franceses, como hemos visto, ni siquiera querían llegar tan lejos.

Una cosa quedó clara en París. Al igual que había una «cuestión oriental», existía una «cuestión italiana» cuyo desarrollo, en opinión de los estadistas europeos, podría afectar vitalmente a sus intereses nacionales y a la paz de Europa. Lo que las grandes potencias tenían por «la cuestión italiana», era para los patriotas de la península italiana el «Risorgimento». Pero tanto la cuestión italiana como el Risorgimento son abstracciones intelectuales; no tienen un significado preciso y generalmente aceptado; realmente su definición por los contemporáneos nos da un indicio de su mentalidad más que una explicación de los acontecimientos reales.

Como hemos visto, la «cuestión italiana» significaba algo diferente para los austriacos, los franceses y los británicos. La consideraban en primer lugar desde el punto de vista de sus intereses y ambiciones nacionales y solo de modo secundario, si es que lo hacían, desde el punto de vista «italiano», y lo que esto significaba en 1856 era todavía algo confuso. A Austria y Francia les interesaba mantener a Italia relativamente débil y dividida. Por otra parte, la política italiana de Gran Bretaña se ajustaba también en el siglo XIX a los moldes clásicos de su diplomacia continental, esto es tratar de crear barreras independientes allí donde las grandes potencias rivales amenazaran con chocar



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