Juicio a la memoria by Elizabeth Loftus & Katherine Ketcham

Juicio a la memoria by Elizabeth Loftus & Katherine Ketcham

autor:Elizabeth Loftus & Katherine Ketcham [Loftus, Elizabeth & Ketcham, Katherine]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Psicología
editor: ePubLibre
publicado: 1990-12-31T16:00:00+00:00


El 14 de agosto de 1985, la víspera de mi intervención como perito en el juicio de Tony Herrérez, Marc Kurzman y yo pasamos tres horas encerrados en mi hotel de Chicago, viendo las películas que Katie y Paige habían visto en el campamento hacía más de un año. Buscábamos detalles que una mente infantil pudiera malinterpretar. Kurzman me llamó la atención sobre la rubia voladora y el hombrecillo del sombrero de copa, pero no encontramos nada que se pudiera considerar pornográfico.

Luego hablamos de mi informe. Kurzman estaba relajado, con una actitud informal. Iba vestido con ropa de algodón de Banana Republic, se le marcaban las arrugas de los ojos y empezaba a necesitar un afeitado. Con un látigo en la mano, habría sido la viva imagen de un domador de fieras.

—¿Todavía cree que Tony es inocente? —pregunté.

—Estoy convencido —respondió categóricamente—. No me cabe la menor duda.

A la mañana siguiente, en el tribunal, Kurzman, perfectamente rasurado, iba vestido con un excelente traje hecho a medida y una corbata de seda oscura. Se acercó a la tribuna de los testigos con el ceño fruncido, mirándome fijamente a los ojos y, antes de entrar en el meollo del caso, desgranó con voz firme la letanía habitual: «Por favor, diga cómo se llama, en qué trabaja actualmente, cuál es su formación, a qué sociedades honoríficas pertenece y qué libros de texto o artículos especializados ha escrito».

—¿Conoce la expresión «implantación de recuerdos»? —me preguntó.

—Sí. Se refiere a una situación que he estudiado extensamente en los últimos diez o doce años en mi laboratorio.

Me erguí de forma consciente, llevando los hombros hacia atrás y levantando el mentón. Es fácil perder la buena postura en las duras sillas de esas estrechas tribunas de madera.

—Cuando alguien vive una situación determinada —proseguí—, a veces recibe nueva información a posteriori. La información llega por medio de preguntas capciosas o porque al testigo se le permite oír otro testimonio sobre la misma situación. A menudo, la nueva información queda incorporada o implantada en su memoria y crea un recuerdo suplementario, es decir, un recuerdo alterado, transformado, corrupto o distorsionado. *

—En este caso —dijo Kurzman— el jurado ha escuchado el testimonio de dos niñas de seis años, aunque contaban cinco en el momento de los hechos. ¿Conoce alguna investigación o algún estudio sobre el funcionamiento de la memoria en niños de cinco y seis años?

—Hace cinco años se llevó a cabo un estudio en mi laboratorio en el que participaron niños de cuatro y cinco años —dije, dirigiéndome al jurado—. Les proyectamos unas películas con intención de averiguar el efecto de las preguntas capciosas a esa edad. Por «pregunta capciosa» entiendo aquella que sugiere la respuesta. Por ejemplo, «¿Has visto al osito?» sugiere que en la película había un osito e inquiere sobre si el niño lo ha visto.

»Descubrimos que los niños eran muy susceptibles a esta clase de preguntas. Si en la pregunta se mencionaba un objeto en particular, por ejemplo, muchos niños respondían afirmativamente y decían haberlo visto, cuando en realidad no existía.



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