Johnny Blackdawn by Ivana von Retteg

Johnny Blackdawn by Ivana von Retteg

autor:Ivana von Retteg [Retteg, Ivana von]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 2022-05-10T00:00:00+00:00


30

La tormenta descansó. Apenas soplaba el viento ante el abrumador silencio de una batalla terminada. El Fénix acababa de hundir a La Chelsea, y Melville no cabía en sí de felicidad, su primera victoria personal porque había liderado la batalla con tanta emoción, creyéndose, aunque fuera por un momento, capitán. El intercambio de cañonazos entre El Espectro y El Bartolomé cesó, ambas naves heridas de gravedad, con daños tanto en la arboladura como en las amuras. La brutal pelea en la cubierta negra había alcanzado una especie de conclusión, o al menos una pausa. Los piratas triunfaron, menores en número, pero superiores en artimaña y lucha; quizá por tomarse la muerte con tanta ligereza, atreviéndose a más solo porque sí. Cada oficial naval fue tomado prisionero a manos de cada bucanero, que sostenían ya fuera un filo contra sus gargantas o el cañón de una pistola contra sus cabezas. Esperaban. Esperaban a que el almirante Dawner volviese a cubierta luego de haber bajado con su hijo reaparecido al calabozo.

Para James el mundo entero acababa de desvanecerse y todo lo que existía era el cuerpo fortalecido de John, la mirada cambiada y hasta la ropa, heridas en el rostro, una barba amenazando con crecer. Un muchacho que se convertía en hombre.

—Mírate nada más —le dijo James, inspeccionándole el cuerpo en busca de heridas de gravedad y le acomodaba el cuello de la camisa como solía hacerlo. John lo miraba sin pestañear, se le habían ido las palabras y había tanto que decir que no podía decir nada, solo mirar a su padre; esperando que por sí solo comprendiera lo que sucedía y así ahorrarse el dolor y la extraña culpabilidad que lo atormentaban desde hacía tanto.

—Todo estará bien, hijo —siguió James—, haré que el doctor te inspeccione perfectamente, y habrán de prepararte algo de comer y de beber para que tomes fuerzas. Tranquilo, estarás bien. Apenas lleguemos a Port Royal llamaré a una audiencia con el Consejo de la Marina Real, para negociar tu restitución como cadete naval; seguro que lo concederán después de todo lo que ha pasado. Dios, te has hecho muy fuerte, mira esos músculos. Necesitarás un uniforme nuevo, no hay duda. Voy a pedir que…

—Padre —lo interrumpió John—, no volveré a Port Royal.

Las manos de James resbalaron de los hombros de su hijo, pestañeando rápidamente como si acabase de hablar en otro idioma, o quizá acabase de pronunciar palabras que su corazón maltrecho le impediría comprender con tal de no terminar de romperse.

—El destino me trajo aquí —dijo John—, y aquí encontré mi lugar, arrastrado por una corriente contra la que me rehúso a luchar.

—No, no —negó James—, tu destino es obra tuya y de nadie más, no hay nada predeterminado. Hijo, te ruego que no hagas esto. Aún hay tiempo de corregir los designios que hayan podido hacerte dudar de…

—Soy un pirata —confesó el muchacho, arrancándole el aliento a su padre—, y te pido que no me malentiendas, no estoy aquí para hacer daño a nadie.



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