Inevitable desastre by Jamie McGuire

Inevitable desastre by Jamie McGuire

autor:Jamie McGuire [McGuire, Jamie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Juvenil, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2013-04-02T04:00:00+00:00


16

ESPACIO Y TIEMPO

Al principio, no me dejé llevar por el pánico. Al principio, la bruma que acompañaba al despertar me proporcionó confusión suficiente como para conservar la calma. Al principio, cuando alargué la mano al otro lado de las sábanas en busca de Abby y noté que no estaba, solo me sentí un poco decepcionado, y luego sentí un poco de curiosidad.

Probablemente estaba en el cuarto de baño o tomando cereales. Acababa de entregarme su virginidad, alguien en quien había invertido mucho tiempo y esfuerzo solo para fingir que únicamente albergaba sentimientos platónicos. Era mucho para aceptarlo de golpe.

—¿Paloma?

Levanté la cabeza, porque esperaba que se metería en la cama de nuevo conmigo, pero, tras unos momentos, me di por vencido y me levanté.

No tenía ni idea de lo que pasaba, así que me puse los mismos calzoncillos que me había quitado la noche anterior y una camiseta.

Arrastré los pies por el pasillo hasta el cuarto de baño y llamé a la puerta. La puerta se abrió un poco. No oí movimiento alguno, pero la llamé de todas maneras.

—¿Paloma?

Abrí un poco más la puerta y vi lo que me esperaba. El baño estaba vacío y a oscuras. Me dirigí a la sala, donde estaba seguro de que la encontraría en la cocina o en el sofá, pero tampoco estaba allí.

—¿Paloma? —llamé en voz alta y esperé a que me respondiera.

El pánico empezó a apoderarse de mí, pero me negué a dejarme llevar por esa sensación hasta que supiera qué puñetas estaba pasando. Me dirigí a toda prisa hacia la habitación de Shepley y entré sin llamar a la puerta.

América estaba tendida junto a Shepley, envuelta en sus brazos, tal y como yo me imaginaba que iba a estar Abby a esas horas del día.

—¿Habéis visto a Abby? No la encuentro.

Shepley se incorporó sobre un codo y se frotó un ojo con los nudillos.

—¿Eh?

—Abby —repetí con impaciencia al mismo tiempo que encendía la luz. Shepley y América se encogieron deslumbrados—. ¿La habéis visto?

Por la cabeza se me habían pasado varias posibilidades y todas me causaban un mayor o menor grado de inquietud. Quizás había salido a pasear a Toto, y alguien se la había llevado o le había hecho daño, o se había caído por las escaleras. Pero oí las zarpas de Toto repiquetear contra el suelo de madera del pasillo, así que eso no podía ser. Quizás había salido a coger algo del coche de América.

Corrí hacia la puerta principal. Salí y miré a mi alrededor. Luego bajé al trote las escaleras y revisé palmo a palmo con la mirada el espacio que había entre la puerta principal y el coche de América.

No vi nada. Había desaparecido.

Shepley apareció en el umbral de la puerta. Tenía los ojos entrecerrados por el frío y se abrazó a sí mismo.

—Sí. Nos despertó muy temprano. Quería irse a su residencia.

Subí los escalones de dos en dos y agarré a Shepley por los hombros desnudos. Lo empujé hasta el otro lado de la sala de estar y lo aplasté contra la pared.



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