Hombres Sencillos by Eric Arvin

Hombres Sencillos by Eric Arvin

autor:Eric Arvin [Arvin, Eric]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Dreamspinner Press


DESDE sus taburetes en la barra, Jason y Brad miraron al entrenador Arnold y al reverendo marcharse juntos. Brad ya había levantado una ceja y estaba haciendo un baile extraño cuando Jason se giró hacia él. Brad se metió una palomita del bol que tenían ante ellos en la boca. Era lo mejor del Buck’s; el alcohol estaba aguado, y hacía años que no tenían un buen barman, pero las palomitas eran las mejores.

—¿Crees que van a tener sexo? —preguntó Brad. Un nuevo movimiento de cejas remarcó el comentario—. Parecían estar bastante acarameladitos. Creo que van a tener sexo.

—No lo sé. Quizá. —Jason se paró a pensarlo un momento—. ¿Y quién iría abajo si tuvieran sexo? Quiero decir, no puedo imaginarme al entrenador tomando por el culo…

—Cierto. Pero tiene el culo más fornido que el reverendo. Por lo que he oído, los más fornidos siempre van abajo. Esto es lo que he oído. —Masticar, masticar—. Me pregunto si le hicieron una novatada como a nosotros.

—¿Te refieres a ser azotado en el culo?

—Eh, eh, eh, —balbuceó Brad, borracho—. ¿Te acuerdas de cuando tuviste que darme una azotaina? Fue como raro, ¿no?

Jason se río, frotándose los ojos.

—Supongo. Pero todos los demás también tuvieron que hacerlo. Habías cabreado a los de último curso.

—Yo no había hecho nada. ¿Qué había hecho?

—Tú eres tú. Con eso basta.

—Joder tío. Que te den. —Brad tiró un puñado de palomitas a la cerveza de Jason—. Aún así, tú realmente lo disfrutaste. Lo de azotarme, quiero decir.

—No pude evitarlo. Era como darle a la gelatina.

—¿Gelatina? Tío, yo soy todo músculo.

—Ahora, quizá sí. ¿Pero entonces? Parecía hecho de pasta de galletas. —Jason empezó a pincharle la barriga, como a si fuera el Muñeco de pasta de Pillsury{4}. Brad le siguió el juego, riéndose con falso regocijo.

—¿Quieres volver a azotarme?

—¿Qué?

—Nada. He eructado. —Soltó un eructo como demostración.

—¿Cómo es que no tienes novia, Brad? Con la clase que tienes.

—Oh, tío. Yo te qu… —se paró en seco, atacado por el pánico, y, como si fuera un actor en una mala comedia, tomó un puñado de grasientas palomitas y se las metió en la boca—. Palomitas. Yo tengo ganas de comer palomitas.

«Te quiero», pensó Jason. «Di: Yo te quiero». No es que Jason necesitara absolutamente oír estas palabras en concreto. El corazón sabe aquello que no dicen las palabras. Pero parecía que Brad estuviera al borde de anunciar una gran verdad para ambos. Jason se daba cuenta de que, en todos los sentidos, eran pareja. Estaban en una relación. Había romance, confianza, amistad y adoración absoluta. Por alguna razón, simplemente no lo podía poner en palabras. Cada uno de los chicos de su alrededor estaba en una relación estable con alguna chica, y lo gritaban a los cuatro vientos cada noche desde sus dormitorios de la residencia. Pero Brad y Jason no podían. Sentían la ridícula necesidad de mantenerlo todo en susurros. Sin embargo, con toda probabilidad, eran una pareja mucho más fuerte y dedicada que cualquiera de las estrellas del fútbol americano y sus novias de hermandad.



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