Historia Freak de Chile Vol 1 by José Joaquín Barañao

autor:José Joaquín Barañao [Barañao, Joaquín]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9789563606355
editor: 2019
publicado: 2019-08-19T16:00:00+00:00

Figura 5: Columnas sanmartinianas.

De lejos la columna principal iría por Los Patos, frente a La Ligua. Era la comandada por San Martín. El generalísimo debía con frecuencia ser transportado en camilla, consecuencia de ataques de reuma y úlcera, sus dolencias crónicas.

Dado que el trayecto por Los Patos era demasiado escarpado, la artillería fue conducida a través del paso Uspallata, actual Cristo Redentor. Era, tal como hoy, la ruta habitual Mendoza-Santiago. De hecho, la localidad de Los Ingleses, en Chicureo, toma su nombre del continuo paso de extranjeros que los lugareños llamaban genéricamente “ingleses”.

Un grupo de lugareños les preparó un agasajo de bienvenida poco antes de Los Andes. No está claro si por temor a que se tratase de una emboscada o por apuro, pero el caso es que Gregorio de Las Heras, el brigadier a cargo, decidió obviarlo. Los frustrados anfitriones habrán comido lumami por quién sabe cuánto. La localidad aún se llama Cariño Botado.

Si le sorprende la formalización de Cariño Botado es porque no ha intruseado lo suficiente en nuestra pintoresca fronda nomenclatural. Que Benjamín Subercaseaux escribiera de nuestra “loca geografía” resulta tanto o más apropiado por nuestro follaje toponímico que por nuestro exuberante inventario paisajístico. Parta por Peor Es Nada, Chimbarongo, que alude a la decepción vivida por una tal Eulalia Sánchez al enterarse de su tajada de la herencia. Poco más al norte encuentra a Salsipuedes, así llamado porque la antigua vía de acceso sobre el río Claro (o más bien, uno de los muchos ríos claros) con frecuencia resultaba anegada por las crecidas. Nueva Esperanza, en Osorno, se llamaba Sapo hasta que sus habitantes escogieron el nuevo léxico con la esperanza de que cesaran las burlas. En la Provincia de Linares, Las Motas toma su nombre de dos hermanas de cabello muy crespo y “motudo”, a quienes llamaban “las cabezas de mota”, y Los Cristales de una posada que servía bebidas en vasos de vidrio en lugar de los habituales jarros de latón. Y no profundizaremos en Refresco, El Sobrante, La Calor, Cancha de Ski (en el árido valle del Elqui), Entrepiernas, El Barquito, Hospital (que solo cuenta con posta), El Vaticano, La Deseada, Mortandad, Los Rastrojos o Viudas. O Las Coimas, donde la columna de San Martín combatió con los realistas en ruta al valle central.

Ajeno a banquetes despilfarrados y topónimos trastornados, Carrera volvió a Buenos Aires tres días antes de la gran batalla con su flota fiada. Se negó a ponerla a disposición de San Martín, pues creía que ello lo transformaría más en un conquistador que un libertador. En consecuencia, el Director Supremo trasandino le impidió el paso, y el zorrón fogoso intentó zarpar sin permiso. Fue encarcelado y los buques requisados.

Sin Carrera ni marinos estadounidenses, el 12 de febrero los patriotas se enfrentaron a los realistas —una mayoría de chilotes y valdivianos— en la batalla de Chacabuco. Arribados desde Talca a matacaballos, las filas de Marcó del Pont fueron masacradas. El Gobierno las emplumó hacia la costa con la intención de abordar un barco rumbo a Lima.

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