Fuego y sangre by George R. R. Martin

Fuego y sangre by George R. R. Martin

autor:George R. R. Martin [Martin, George R. R.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2018-11-22T16:00:00+00:00


Aunque los Peldaños de Piedra estaban sumidos en sangre y fuego, ni el rey Viserys ni su corte se vieron importunados. «Que Daemon juegue a los soldaditos —dicen que dijo el monarca—. Así no se meterá en líos.» Viserys era un hombre de paz, y durante aquellos años, Desembarco del Rey fue una incesante sucesión de banquetes, bailes y torneos, en los que mimos y trovadores anunciaban el nacimiento de cada principito Targaryen. La reina Alicent demostró pronto ser tan fértil como hermosa: en el 107 d. C. dio al rey un hijo bien sano a quien llamaron Aegon, por el Conquistador. Dos años después le dio una hija, Helaena; en el 110 d. C. tuvo un segundo hijo, Aemond, de quien se dice que tenía la mitad de la talla de su hermano mayor, pero el doble de fiereza.

No obstante, la princesa Rhaenyra continuó sentándose al pie del Trono de Hierro cuando su padre celebraba audiencias, y su alteza empezó a invitarla asimismo a reuniones del consejo privado. Aunque muchos nobles caballeros pretendían sus favores, la princesa no tenía ojos sino para ser Criston Cole, el joven campeón de la Guardia Real y su constante compañero. «Ser Criston protege a la princesa de sus enemigos, pero ¿quién protegerá a la princesa de ser Criston?», preguntó en una ocasión la reina Alicent en la corte. La amistad entre esta y su hijastra acabó durando poco, ya que tanto Rhaenyra como Alicent aspiraban a ser la primera dama del reino, y si bien la reina había aportado ya no uno, sino dos herederos varones, Viserys no había hecho nada por modificar el orden de sucesión. La princesa de Rocadragón siguió siendo su delfina reconocida, y la mitad de los señores de Poniente habían jurado defender sus derechos. Quienes preguntaban: «¿Y qué pasa con el fallo del Gran Consejo del 101?» no hallaban sino oídos sordos. La cuestión ya estaba decidida en lo que tocaba al rey, y no era un asunto en que desease reincidir.

Aun así, las preguntas persistían, y no pocas las formulaba la propia reina Alicent. Quien con más fervor la apoyaba era su padre, ser Otto Hightower, Mano del Rey; tanto que presionó excesivamente al soberano en este aspecto, y en el 109 d. C., Viserys lo despojó de la cadena insignia de su cargo y nombró en su lugar al taciturno Lyonel Strong, señor de Harrenhal. «Esta Mano no me hostigará», proclamó su alteza.

Aun después del regreso de ser Otto a Antigua, seguía existiendo en la corte «el partido de la reina», un grupo de poderosos señores partidarios de la reina Alicent que respaldaban los derechos de sus hijos. A ellos se contraponía «el partido de la princesa». El rey Viserys quería tanto a su esposa como a su hija, y detestaba el conflicto y la disputa. Toda su vida se esforzó por mantener la paz entre una y otra y por complacer a ambas con regalos, oro y honores; durante toda su existencia y reinado, mantuvo



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