Fue dicho: No desearás la mujer de tu prójimo by Evan Hunter

Fue dicho: No desearás la mujer de tu prójimo by Evan Hunter

autor:Evan Hunter [Hunter, Evan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1960-04-23T00:00:00+00:00


* * *

Cuanto más bebían, a Larry le parecía que se volvían más detestables. Y cuanto más detestables se volvían, más bebían. Pera no pensarlo, él bebía con ellos.

Había perdido la cuenta del número de vasos que llevaba. La música venía de la salita de estar, pero nadie bailaba. En Pinecrest Manor nadie solía bailar en estas reuniones. La danza estaba reservada para las beer parties. Se oían ruidosas carcajadas que hicieron vibrar las vigas del techo. También se oía el constante ronroneo de conversaciones, y por eso se tenía la sensación de que había demasiada gente en una casa demasiado pequeña. Larry permanecía solo junto al fregadero de la cocina, sosteniendo un vaso, y pensaba: «Es una piojosa reunión. Maggie, eres una piojosa también, debiera haberte dejado venir».

Cuando la signora penetró en la cocina, él alzó la vista, pero no la saludó. Ella lo examinó durante un momento.

—¿Hay más Scotch?, —preguntó.

—Desde luego —contestó Larry. Cogió la botella, la miró al trasluz tomó el vaso y vertió licor—. ¿Agua o soda? Lo he olvidado.

—Soda.

Él vertió soda de la botella abierta que había en el fregadero y después le tendió el vaso.

—Una piojosa reunión, ¿no?, —dijo.

—Es una buena reunión.

—Si no fuera el anfitrión, me iría —repuso Larry—. Y aun así puede que me vaya.

—¿Adónde?, —inquirió la signora.

—Hay montones de lugares adonde ir, signora —respondió él—. Montones de lugares.

—¿A una conferencia?

Él alzó la vista súbitamente. A pesar de bailarse borracho, sus ojos la examinaron con suspicacia.

—¿Por qué tendría que ir a una conferencia?

—A usted le gustan las conferencias, ¿no?

—Desde luego que me gustan.

—También a mí me gustan. Quizá vaya con usted alguna noche.

—Son muy técnicas —dijo Larry—. ¡Ni siquiera Eve viene!

—Por supuesto —asintió la signora—. Además, yo raramente estoy libre. Hago de niñera. Así paso el tiempo, me pagan por ello, y a todo el mundo le parece de perlas en la vecindad.

—Eso está bien, signora, bien.

—Con bastante frecuencia Margaret Gault me llama para que atienda a su hijo —indicó la signora.

Larry volvió a alzar la vista. Mrs. Garandi estaba examinándolo con ojos sin expresión. Él miró a la mujer de pelo canoso y rostro patricio. Los ojos no decían nada, pero en su boca había un gesto de tristeza.

—También ella sale mucho —dijo—, y yo me cuido de su hijo.

—Eso está bien —repuso cuidadosamente Larry.

—¿Cree usted que va a… conferencias?

—No sé adónde va —contestó Larry—, y me importa poco.

En su borrachera, se preguntó por qué razón Margaret no había mencionado nunca el hecho de que la signora le prestaba sus servicios como niñera. ¿No podía darse cuenta del peligro que entrañaba eso? ¿No se percataba de que la vieja señora vivía al otro Saldó de la calle, que podía observar sus idas y venidas y relacionarlas con las de Maggie?

—Es una mujer hermosa —manifestó la signora.

—La belleza es sólo una cualidad epidérmica. No se es feliz sólo porque se es hermoso. ¿No sabía usted, eso?

—¿Es feliz ella?

—¿Cómo quiero que lo sepa?

—¿Es feliz usted?

—Soy muy feliz. El whisky hace feliz a todo el mundo.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.