Filosofía de la elocuencia by Antonio Capmany y Montpalau

Filosofía de la elocuencia by Antonio Capmany y Montpalau

autor:Antonio Capmany y Montpalau [Capmany y Montpalau, Antonio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Crítica y teoría literaria
editor: ePubLibre
publicado: 1976-12-31T16:00:00+00:00


DIVISIÓN DEL SUBLIME

Lo sublime en todas las cosas es lo que hace en nosotros la impresión más fuerte, por la razón que siempre envuelve un sentimiento profundo de admiración o respeto, nacido de la terribilidad de los objetos, por sus circunstancias o caracteres.

Sublime de imagen.- Como el efecto de esta impresión proviene a veces de dos causas diferentes, podemos distinguir aquí dos especies de sublime: el uno de imagen, y el otro de sentimiento. Al primero pertenecen aquellas sensaciones profundas de una admiración o estupor secreto, causado por la grandeza de las cosas. Así lo vemos en la naturaleza, donde los objetos que excitan sensaciones más fuertes son siempre las profundidades de los cielos, la inmensidad de los mares, las erupciones de los volcanes, etc. por razón de las grandes fuerzas que en ella suponen, y por la comparación que involuntariamente hacemos de estas mismas fuerzas con nuestra debilidad al tiempo de observarlas. En la contemplación de unas cosas por sí formidables, ¿qué hombre no se sentirá poseído del más tímido y profundo respeto?

Ésta es, pues, la causa, porque siempre merecerá el nombre de sublime el pincel que nos represente los Titanes en el campo de batalla, y no el que nos retrate las Gracias en el tocador de Venus. Cuando contemplamos los juegos de los amores, sentimos la suave y halagüeña impresión de unos objetos graciosos: mas cuando miramos las actitudes y brios de los hijos de la tierra poniendo a Ossa sobre Pelión, tocados de lo grande y formidable de este espectáculo, comparamos sin querer nuestras fuerzas con las de los gigantes; y convencidos entonces de nuestra imbecilidad nos sentimos embargados de un terror secreto, que nos pasma y complace. Efecto tan natural, que los niños, como necesitan siempre sensaciones fuertes que les ocupen, ansian por cuentos de ladrones, redivivos, y otros objetos medrosos.

Un astrónomo, sintiendo cuan mezquina, poco digna de la Majestad adorable del Creador parecería la fábrica del universo, si estuviese encerrada en los estrechos límites de este montón de tierra por donde arrastramos, dice: Ensanchemos nuestro entendimiento retirando los limites del universo. Mas allá del vasto anillo de Saturno donde millones de tierras como la nuestra se perdieran de vista, descubro un espacio infinito sembrado de manantiales de fuego; allí, otros globos mucho más enorme que el nuestro ruedan con círculos mayores por rutas más asombroso, y con movimientos más variados. Cuanto más me avanzo, más me alejo de alejo de los confines del mundo. En vano me hundo en el espacio: Por todas partes millones de cielos me rodean… mi imaginación se rinde bajo el peso de la creación.

¡Otro elocuente escritor así apostrofa a las inteligencias celestiales. Mundos planetarios! Celestiales Jerarquías, vosotros os anonadáis delante del ETERNO, Vuestra existencia es por él, el ETERNO es por sí. Él es quién es: sólo él posee la plenitud de ser, y vosotros no poseéis sino su sombra. Vuestras perfecciones son arroyos y el SER infinitamente perfecto es un océano, es un abismo, en que el Cherubin no osa mirar.



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