Felipe VI. Un Rey en la adversidad by José Antonio Zarzalejos

Felipe VI. Un Rey en la adversidad by José Antonio Zarzalejos

autor:José Antonio Zarzalejos [Zarzalejos, José Antonio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2021-02-09T16:00:00+00:00


4

El acoso

Ignoramos nuestra verdadera altura

hasta que nos ponemos de pie.

EMILY DICKINSON

Uno de los momentos estelares de la vida de Felipe VI se produjo el 25 de julio de 1992. Un joven de veinticuatro años, príncipe de Asturias, heredero de la Corona, enarbola la bandera de España encabezando un equipo de 430 deportistas de élite, con trayectorias extraordinarias en 25 disciplinas de competición, que integran el equipo olímpico nacional en los Juegos de 1992, que lograría 22 medallas. Barcelona fue el escenario, pensado, medido, calculado, de uno de los mayores acontecimientos históricos de nuestro país. Y la ceremonia inaugural de la inolvidable Olimpiada fue el escenario elegido para mostrar a cientos de millones de espectadores una nueva España en la figura del hijo de los reyes. La monarquía surfeaba entonces la cresta de la ola, Felipe de Borbón y Grecia parecía el mejor de los príncipes europeos, el yerno que muchas testas coronadas deseaban. Su paseo triunfal por el perímetro del estadio de Montjuic —ahora estadio olímpico Lluís Companys— fue también el de la exhibición de un país de luces, sin ángulos muertos, desprendido de las telarañas del franquismo, recuperado de las concurrentes leyendas nigérrimas que lo habían esquinado en la historia, y orgulloso, entonces, de una transición política de la dictadura a la democracia mediante un sistema constitucional garantista y contemporáneo.

Felipe VI fue el gran personaje en el más internacional de los escenarios que España podía ofrecer al mundo: la ciudad de Barcelona, la capital de Cataluña, ya entonces también del Mediterráneo, la urbe más cosmopolita, la más adentrada en Europa, la más progresista, la más puntera, la más culta. Toda ella brillante, espléndida y enérgica. A la que cantaron con una furia vocal electrizante los fallecidos pero inmarcesibles Montserrat Caballé y Freddie Mercury en un himno titulado con el nombre de la ciudad y que en solo unos días escaló puestos en todas las listas hasta situarse como la segunda melodía más escuchada en el mundo.

Cataluña se merecía esos Juegos Olímpicos. Entre otras razones porque en 1978 fue el territorio tractor en el referéndum constitucional: el 91 por ciento de los catalanes que votaron el 6 de diciembre de aquel año dieron el sí a una Carta Magna en la que resultaron decisivas las aportaciones de Miquel Roca i Junyent, un nacionalista moderado y constructivo, y Jordi Solé Tura, un jurista de izquierdas, antifranquista, recuperado del exilio y entregado a la reconciliación entre los españoles. Era la Cataluña de Jordi Pujol, un político también fundacional de la democracia, de la articulación de un catalanismo extravertido, proyectado sobre el conjunto nacional, colaborador con los Gobiernos centrales socialistas que, aunque en el inicio del declive, gobernaban desde 1982, aumentando exponencialmente el patrimonio político del PSOE, vinculado ya al acerbo constitucional y garantes tanto del modelo de Estado, el autonómico, como de su forma, la monarquía parlamentaria en la persona de Juan Carlos de Borbón y Borbón.

El príncipe de Asturias de julio de 1992 no podía pensar que, cuando fuese proclamado rey



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