El relato nacional by José Álvarez Junco & Gregorio de la Fuente

El relato nacional by José Álvarez Junco & Gregorio de la Fuente

autor:José Álvarez Junco & Gregorio de la Fuente [Junco, José Álvarez & Fuente, Gregorio de la]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Taurus
publicado: 2017-06-14T22:00:00+00:00


CAPÍTULO XVI

LA REVITALIZACIÓN ROMÁNTICA DE LO LOCAL

Entre el último cuarto del siglo XVII y el primero del XIX transcurrió un siglo y medio en el que disminuyó la pasión por las antigüedades locales que había dominado la era barroca. En 1801, Sempere y Guarinos expresó el desprecio que sentían los ilustrados hacia las «historias particulares» cuando dijo que sobre las provincias y ciudades de España había tanta escasez de «buenas descripciones» como abundancia de «compilaciones indigestas de fábulas y hechos», «historias y relaciones falsas, inexactas, apasionadas e inútiles […] para conocer el verdadero estado físico y económico de los mismos pueblos en diversos tiempos». Pero esa apreciación cambiaría radicalmente en la era romántica. En 1841, Gonzalo Morón escribiría que «los reinos de Aragón, Castilla, Cataluña y Valencia […] han tenido sus historiadores especiales», autores muchas veces de «noticias de interés y sin cuya lectura es imposible comprender bien la fisionomía social de España». Como observa Manuel Moreno Alonso, de quien proceden estas citas, fue un síntoma significativo de este cambio de actitud la aparición, en 1858, del Diccionario bibliográfico-histórico de los antiguos reinos, provincias, ciudades, villas, iglesias y santuarios de España, de Tomás Muñoz Romero, ingente trabajo de recopilación de la historiografía local desde el origen de los tiempos[555].

La irrupción del romanticismo, que en España se produjo en el cuarto decenio del XIX, ayuda, sin duda, a entender esta drástica reorientación de los estudios históricos. Pero el propio planteamiento historicista adoptado por los liberales gaditanos para legitimar su proyecto político en nombre de las «libertades antiguas» ayuda también a entender este cambio de actitud. Porque fue la primera generación liberal española la que introdujo la idea de que, antes del absolutismo, España había vivido una era feliz de libertades. Como ha explicado Josep M. Fradera, que ha estudiado muy bien este tema, el hecho de que la revolución española se apoyara en «la imaginada usurpación por parte de la monarquía de las libertades tradicionales que los súbditos habían disfrutado en el pasado […] conducía indefectiblemente a interrogaciones sobre la antigua constitución del reino» y a «una evocación inevitable de las realidades políticas diferenciadas que habían constituido el conjunto monárquico hasta principios del siglo XVIII». Se inició así el debate en torno a las «identidades» que, tras no pocos recovecos, acabaría llevando a los nacionalismos de finales del XIX. Canga Argüelles lo comprendió, ya en 1811, cuando sostuvo, frente a Jovellanos, que las llamadas «leyes fundamentales» era un legado inútil y que no había «nada más impolítico en esta coyuntura que disputar sobre si las Cortes castellanas han sido más o menos perfectas que las de Aragón y de Valencia»; «no me cansaré de inculcar a los españoles —añadía— que huyan del espíritu de provincia, compañero del cisma y del federalismo»[556].



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