El mejor periodismo Chileno 2014 by varios autores

El mejor periodismo Chileno 2014 by varios autores

autor:varios autores [García-Huidobro, Beatriz]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9789563570274
editor: Universidad Alberto Hurtado
publicado: 2015-05-06T16:00:00+00:00


Muerta en mayo de 1975

—A los 20 años me quedé esperando guagua, lo que no le gustó nada a mi pololo. Y menos cuando le dije que estaba feliz y que yo sí quería tener a esa guagua. Estaba decidida a que, con él o sin él, yo iba a seguir adelante. Pero mi pololo me puso como condición de que si quería que siguiéramos juntos, teníamos que abortar —cuenta Carmen.

Carmen pertenecía al Centro Pastoral Juvenil (CPJ) de la Congregación de los Sagrados Corazones (padres franceses), comunidad a la que siguió ligada cuando terminó la enseñanza media. También mantuvo a su mismo director espiritual: el sacerdote Gerardo Joannon, quien, además, era un amigo de su familia.

—Cuando les informé a mis padres que estaba embarazada, lo primero que dijo mi madre fue lo mismo que le escuché a mi pololo: que me hiciera un aborto. Mi respuesta fue tajante e inmediata: “¡No!” Y les expliqué que estaba segura de querer tener esa guagua. “Pero, hija, no, ¡cómo!”, fue su lamento. Y ahí empezaron a decirme las típicas cosas que se decían en la época. Y la primera de todas fue que me iba a convertir en la vergüenza de la familia. Mi madre estaba muy enojada. En cambio mi padre, como buen ignaciano (estudió en un colegio jesuita), fue más abierto. Recuerdo que, en un momento, él me tomó de los hombros y me dijo: “No te preocupes, yo te voy apoyar siempre, vamos hacer lo que tú digas, ¡quédate tranquila!”. Mientras tanto, mi mamá, mucho más visceral, seguía insistiendo en que debía abortar y que cómo podía haberle hecho eso a ella. En el fondo, era como si yo le hubiera hecho algo a ella —recuerda Carmen.

Al poco tiempo de que Carmen le dio la noticia de su embarazo a sus padres, otro hecho trastocó la rutina de su hogar: la empresa donde trabajaba su padre lo trasladaba a Concepción. Carmen acababa de entrar a la universidad. A pesar de que su familia mantuvo la casa en Santiago, sus padres le dijeron que debía irse a vivir con ellos a Concepción. Los preparativos para la mudanza se iniciaron. Carmen relata:

—Lo terrible es que mi madre no se había dado por vencida. Insistía en que yo debía hacerme un aborto. El tiempo apremiaba. Ella me explicaba que no tenía nada de qué preocuparme, que nada me iba a pasar, que lo mejor era que me hiciera un aborto, que conocía a la persona adecuada para hacerlo, que sería muy fácil y sin riesgos. Cuando le replicaba que eso era matar a mi guagüita, ella me explicaba que no era verdad, que todavía no era un ser vivo, que uno iba a un lugar y como que con una cucharita te sacaban eso “que no era vida aún”. Lo único que atinaba a responderle era: “¡Para mí sí está vivo!”.

Como Carmen se negaba a abortar, su familia, o más bien dicho su madre, inició una nueva táctica:

—Un día apareció en mi casa el sacerdote Gerardo Joannon.



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