El Club Dumas by Arturo Pérez-Reverte

El Club Dumas by Arturo Pérez-Reverte

autor:Arturo Pérez-Reverte
La lengua: spa
Format: epub, mobi
ISBN: 84-95501-00-7
publicado: 1993-01-01T05:00:00+00:00


Cerró el libro y alzó los ojos, encontrando los de la joven, que sonreían. Abajo, en el agua, la luz reverberaba en la estela de una embarcación, y trazos luminosos se movían por su piel como el reflejo de las facetas de un diamante.

—Residuos del arco iris… —citó Corso— …¿Qué sabes tú de eso?

La chica se pasó una mano por el cabello y levantó el rostro hacia el sol, entornando los párpados bajo el resplandor. Todo era luz en ella: el reflejo del río, la claridad de la mañana, las dos rendijas verdes entre sus pestañas oscuras.

—Sé lo que me contaron hace tiempo… El arco iris es el puente que va de la tierra al cielo. Se hará pedazos en el fin del mundo, después que el diablo lo cruce a caballo.

—No está mal. ¿Te lo dijo tu abuela?

Negó con la cabeza. Ahora miraba de nuevo a Corso, absorta y grave.

—Se lo oí contar a Bileto, un amigo —al pronunciar el nombre se detuvo un instante para fruncir el ceño, con ternura de niña que revelara un secreto— Le gustan los caballos y el vino, y es el tipo más optimista que conozco… ¡Aún espera volver al cielo!

Terminaron de cruzar el puente. Corso se sentía extrañamente vigilado de lejos por las gárgolas de Notre-Dame. Eran falsas, por supuesto, como tantas otras cosas. No estaban allí con sus muecas infernales, los cuernos ni las pensativas bar-bas de chivo cuando honrados maestros constructores bebieron un vaso de aguardiente y miraron hacia lo alto, sudorosos y satisfechos. Ni cuando Quasimodo rumiaba por los campanarios su desgraciado amor por la gitana Esmeralda. Pero después de Charles Laughton ligado a ellas por su fealdad de celuloide, o Gina Lollobrigida —segunda versión, technicolor, habría matizado Nikon— ejecutada a su sombra en la plaza, resultaba difícil considerar aquello sin tan siniestros centinelas neomedievales. Corso imaginó la perspectiva, a vista de pájaro: el Pont Neuf y más allá, estrecho y oscuro en la mañana luminosa, el Pont des Arts sobre la cinta verdegris del río, con dos minúsculas figurillas que se movían de forma imperceptible hacia la orilla derecha. Puentes y arco iris con negras gabarras de Caronte navegando despacio, bajo los pilares y bóvedas de piedra. El mundo está lleno de orillas y de ríos que corren entre una y otra, de hombres y mujeres que cruzan puentes o vados sin percatarse de las consecuencias del acto, sin mirar atrás o bajo sus pies, sin moneda suelta para el barquero.

Salieron frente al Louvre, deteniéndose en un semáforo antes de cruzar. Corso se acomodó la correa de la bolsa de lona en el hombro mientras echaba una ojeada, distraído, a izquierda y derecha. El tráfico era intenso, y casualmente fue a fijarse en uno de los automóviles que pasaban en ese momento. Entonces se quedó tan de piedra como las gárgolas de la catedral.

—¿Qué ocurre?… —preguntó la chica cuando el semáforo cambió a verde y vio que Corso no se movía— ¡Parece que hayas visto un fantasma!

Lo había visto.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.