El cielo robado by Andrea Camilleri

El cielo robado by Andrea Camilleri

autor:Andrea Camilleri [Camilleri, Andrea]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2008-12-31T16:00:00+00:00


Un abrazo y un ardiente beso de tu

Michele

Alma Corradi

Corso Xxxxx, 304

Turín

El 20 de julio a las dieciocho horas estaré en aeropuerto Palermo stop No te retrases ni un minuto stop Michele el más feliz de los hombres.

Memorial

Soy Giorgio Riotta, sobrino del notario Michele Riotta, hijo de un hermano suyo y citado varias veces en las cartas precedentes.

Relato los trágicos hechos acaecidos siguiendo un preciso orden cronológico.

La mañana del 13 de junio del presente año, que era sábado, mi tío Michele me comunicó que tenía que marcharse esa misma tarde a Milán, reclamado con urgencia por un cliente con el que tenía amistad y al que no se había sentido capaz de decir que no.

Sus palabras me sorprendieron mucho porque mi tío llevaba años sin moverse prácticamente de Agrigento; la única excepción que hacía era un viaje mensual a Palermo, de un día o poco más, para la reunión de un consejo de administración del que formaba parte.

Conociendo, además, su aversión a los viajes en avión, me ofrecí a ir en su lugar (ya lo habíamos hecho algunas veces). Pero él se negó en redondo, afirmando que se trataba de un asunto muy reservado, una especie de prueba de confianza entre el cliente y él, y asegurándome que estaría de regreso a última hora de la mañana del lunes.

Y así fue, en efecto. Pero enseguida tuve ocasión de notar que, después de aquel brevísimo viaje, el carácter de mi tío había cambiado de forma notable.

En el trabajo siempre había sido de una meticulosidad a menudo irritante. Pues bien, desde el día de su regreso empezó a estar distraído, hasta el punto de cometer errores tan garrafales que resultaban inimaginables incluso en un principiante. Además, mientras que hasta entonces se había mostrado en toda circunstancia cordial y comprensivo con la gente, ahora, en cambio, tenía frecuentes accesos de ira. Algunas veces se perdía en sus pensamientos, los cuales lo absorbían hasta el extremo de hacerle olvidar lo que estaba haciendo. Su humor experimentaba cambios bruscos; pasaba de momentos de negra depresión a momentos de una alegría tan inexplicable como desenfrenada.

En una ocasión lo sorprendí cantando a pleno pulmón y me quedé literalmente de piedra, como si lo hubiera visto realizar un acto obsceno.

Para comprender bien lo que estoy diciendo, es preciso saber que mi tío era un hombre chapado a la antigua, un poco gruñón, de férreos principios morales y una discreción tan absoluta que incluso podía parecer arisco. Tras la muerte de su esposa, había dejado de tener relaciones sociales hasta aislarse por completo.

Verlo actuar de un modo completamente distinto al habitual me preocupó tanto que le sugerí, con mucho tacto, que fuera al médico.

Me esperaba una reacción furiosa por su parte, pero sonrió y pronunció una frase que entonces no comprendí: «¡Yo sé muy bien el tratamiento que necesitaría!».

El 20 de julio por la mañana, en mi presencia, le dijo a Saverio, su chófer, que esa misma tarde tendría que llevarlo a Palermo, al aeropuerto de Punta Raisi. Debían estar allí a las cinco y media.



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