El camino inesperado by Alejandro Monreal Landete

El camino inesperado by Alejandro Monreal Landete

autor:Alejandro Monreal Landete [Monreal Landete, Alejandro]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fiction, Romance, New Adult
ISBN: 9788409459988
Google: d6KizwEACAAJ
Amazon: B0BNQDDHC3
editor: Amazon Digital Services LLC - Kdp
publicado: 2022-12-14T23:00:00+00:00


8

Es de día y, ayudado por las muletas, camino por el parque junto al instituto, hasta el mismo banco en que Aitana, David y yo nos sentamos en hora de clase. Esta vez estoy solo y, desde aquí, observo a un chaval, más o menos de mi edad, que se acerca a la caseta verde. Lleva unos vaqueros ajustados y un jersey ancho que no impide adivinar que está en forma. No suelo decir estas cosas, pero es guapo y, aunque no lo he visto nunca, tiene unos rasgos que me recuerdan a alguien.

El chico echa un vistazo a un lado y a otro. Tras mirar el móvil, abre la puerta y se mete en la caseta.

Estoy nervioso. Por un lado, me gustaría saber quién es, verlo de cerca, hacerle preguntas. Por otro, me da miedo llegar hasta allí, que me dé respuestas que no quiero escuchar, empezar algo que no pueda afrontar.

Arranco a caminar, lento, como si dos fuerzas me empujasen en sentidos opuestos y solo una consiguiera imponerse por la mínima. Pero no dejo de avanzar en dirección a la caseta. Jadeo por el esfuerzo y la visión se me emborrona, puede que por los nervios. Tengo el corazón a mil.

Escucho un murmullo a lo lejos. Parecen palabras ininteligibles o, quizá, solo sea el viento jugando a reírse de mí. Cuando me giro, buscando la fuente del sonido, no veo a nadie más. Allí solo estoy yo… y el chico en el interior de la caseta.

Me detengo frente a la puerta. Trago saliva y respiro para calmarme, intentando controlar el corazón que va a la carrera. Estiro la mano hacia el picaporte y el murmullo de voces gana intensidad. Distingo voces de mujeres hablando y riendo en alguna parte. Pero no parece haber nadie más en el parque.

Sudando por el esfuerzo, y un poco por el miedo, dejo las muletas a un lado, manteniéndome erguido sin ayuda. Me noto un poco mareado. Estiro de nuevo la mano hacia el picaporte y, esta vez sí, abro la puerta para ver la oscuridad del interior. Un interior que se intuye mucho más grande de lo que su aspecto externo hace adivinar. Una única iluminación cenital, surgida de un agujero en la estructura del techo, lanza un pequeño cono de luz en el que flotan juguetonas partículas de polvo.

Entro bajo el foco, en mitad de la negrura, sintiendo el murmullo cada vez más fuerte. Sin embargo, juraría que no viene de aquí.

—¿Hola? —digo temeroso a quien quiera que esté oculto entre estas tinieblas—. ¿Hay alguien aquí?

Evidentemente, el chico tiene que estar. No ha podido salir por ninguna otra puerta y nadie se esfuma así como así.

—¡Hola! —digo más fuerte, casi con el corazón en la boca. Pero mis palabras parecen ser tragadas por la densidad de las sombras.

Aguardo, con la vista y el oído alertas. Nada, ni veo ni escucho nada en absoluto. Ni tan siquiera el extraño murmullo, que parece haberse sumado a mí, conteniendo el aliento. Me decido a



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