El anillo del Nibelungo by Richard Wagner

El anillo del Nibelungo by Richard Wagner

autor:Richard Wagner
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Clásico
publicado: 1874-08-09T23:00:00+00:00


III SIGFRIDO

Los encinares del bosque se apretujan junto a la entrada de una gruta. De su interior llega el eco acompasado de un hierro golpeado en el yunque y el soplar de un fuelle. Los pájaros preludian sus cantares mañaneros y las hojas de los pinos y de los robles, de erguida planta, tienen el verde fresco y brillante. Los zorros y los lobos no sesgan con sus aullidos la tranquilidad de la selva. Sólo el lamento de Mime, el enano herrero que forja en la gruta, rasga el silencio.

-¡Tormento pesado! ¡Trabajo sin fruto! La mejor espada que forjé en mi vida resistiría a los puños de los gigantes. ¡Y este jovenzuelo, que he criado y prohijado, la rompe como si fuera de juguete! ¡Carezco del arte que pueda unir los pedazos de la espada Nothung! ¡Y qué premio tendría si pudiera lograrlo!

Y Mime, agobiado por su trabajo sin fruto y sin descanso, prosigue la forja. ¡Oh, si él pudiera unir los fragmentos de Nothung! Fafner el gigante, en cuyo poder está el anillo del Nibelungo y el casco alado, dueño de todos los tesoros que exigiera por la devolución de Freia, es ahora un dragón misterioso y terrible, de inmenso cuerpo, boca armada de filosos dientes, desgarradores de carne, y una cola poderosa que destroza golpeando. Si Nothung fuese soldada, el joven que ha criado Mime el enano podría librar combate con el dragón y conquistar el tesoro del Nibelungo para su tutor; Alberico no cuenta para nada en este plan.

Un toque vibrante de cuerno de caza seguido de un grito de alegría se oye a la entrada de la gruta. Un joven hombre alto, fuerte, erguido y hermoso como un dios; rubia la cabellera, azules los ojos; tostada la piel por los soles del verano y curtida por la ventisca del invierno; firme de músculos, ancho de pecho, robusto de torso, ágil el paso; una risa franca y un semblante abierto; el gesto desafiante y el aire osado de adolescente. Sigfrido es su nombre, según Mime lo llama; y suya es la exigencia de soldar a Nothung y que el enano por más que se esfuerza no puede lograrlo. Entra bullanguero en la gruta trayendo consigo un oso apresado en el bosque, que incita contra Mime, con alegría maliciosa.

-¡Muérdelo! ¡Cómelo! ¡Cómete a ese inútil forjador!

-¡Aparta de mí a esa fiera! -dice temblando Mime acurrucado detrás del hornillo.

-¡Lo traigo para atormentarte mejor! ¡A ver, pregúntale por la espada! -y acerca el oso, que gruñe, al enano que gime espantado.

-¡Hoy la acabaré de pulir! -asegura.

-¡Aleja a ese animal.

Y Sigfrido riendo quita la cuerda al oso, que escapa de inmediato al bosque. A los reproches de Mime por haber traído la fiera a la cueva, Sigfrido responde que siempre siente la necesidad de buscar un compañero mejor que Mime y a quien pueda amar y sentirse su amigo. Corriendo entre la arboleda del bosque ha hecho sonar su cuerno llamando al amigo imaginario; sólo el oso salió refunfuñando de los matorrales.

Pero ahora quiere la espada invencible que Mime debe haber forjado.



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