Dios no existe by Christopher Hitchens

Dios no existe by Christopher Hitchens

autor:Christopher Hitchens [Hitchens, Christopher]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia, Ciencias naturales, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 2006-12-31T16:00:00+00:00


Sobre los dioses, no tengo medio de saber si existen o no existen ni qué aspecto tienen. Muchas cosas me impiden saberlo. Entre otras, el hecho de que nunca nadie los haya visto.

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De La versión de Roger

JOHN UPDIKE

Este gran escritor norteamericano no solo es ateo, que yo sepa, sino que como novelista tiene la facultad de poner razonamientos admirables en boca de personajes antipáticos. Aquí, Kriegman discute el típico argumento, oído en tantas fiestas, de que nuestra existencia se basa en una suma de eventualidades supuestamente prodigiosa. (Volveremos a este tema en formas menos literarias y coloquiales).

—Ve, cariño. Bueno, joven, adelante con esas teorías.

En ese momento, para Dale las teorías en cuestión son tan odiosamente irrelevantes, e ininteligibles, como el contenido exacto de lo que se dice en la animada algarabía de estas mis múltiples habitaciones, donde la palabra «Bitburg» se repite como un trino de pájaro. Le ha atormentado la cercanía de Esther, y la ambigüedad de su conversación con ella; le ha aturdido ver y oler de nuevo a la mujer-amante, al radiante animal que espera agazapado al final de la escalera, donde terminan todos estos pasillos sociales, llenos de recodos, ruido y obstáculos; le duele la cabeza como un cuerpo que ha hecho demasiado ejercicio, pero aun así, como los curas que venden cirios al otro lado del mundo, en el barullo de los santos y ajados lugares, expone con educación los argumentos cósmicos: las ingentes probabilidades de que el big bang no saliera tan bien, los problemas del horizonte, de la homogeneidad y de la planitud y la increíble precisión requerida por las constantes de la fuerza débil y de la fuerza fuerte, por no hablar de la constante de acoplamiento gravitacional y la masa neutrónica, hasta el punto de que unas pocas decenas de milésimas de desvío en cualquiera de ellas habrían derivado en un universo demasiado explosivo o difuso, demasiado breve u homogéneo para contener galaxias, estrellas, planetas, vida y al Hombre.

Kriegman le escucha con gestos rápidos de asentimiento, que a ratos hacen rebotar su papada en el nudo de la corbata, y temblar las azaleas de la guirnalda que aún lleva encima. Se ha puesto unas gafas grandes y cuadradas, trifocales, con montura de carey, como si le ayudaran a entender mejor. Detrás de los cristales, sus ojos, entre sorbos al vaso de plástico flexible lleno de vino blanco (Almaden Mountain Rhine, 8,87 dólares la garrafa de tres litros en Boulevard Bottle), saltan y cambian de tamaño al desplazarse por los tres niveles de longitud focal.

—Bueno —dice finalmente, con la sonrisa de quien, al tiempo que habla, escucha una música de fondo que le trae recuerdos sentimentales—, nadie niega que el big bang tenga algunos intríngulis que aún no entendemos, y que de hecho tal vez no entendamos nunca; el otro día, por ejemplo, leí que hasta en los cúmulos de estrellas más antiguos se detectan rastros de elementos pesados; es raro, porque no hay ninguna generación de estrellas anterior que pueda haberlos



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