Desnuda ante ti by Sylvia Day

Desnuda ante ti by Sylvia Day

autor:Sylvia Day [Day, Sylvia]
La lengua: eng
Format: epub
ISBN: 9781101614969
editor: Penguin Publishing Group
publicado: 2012-10-17T00:00:00+00:00


DESPUÉS del trabajo, bajé por las escaleras hasta el primer piso para contrarrestar la culpa por no ir al gimnasio. Para cuando llegué al vestíbulo, estaba seriamente arrepentida. La falta de sueño de la noche anterior me tenía cansada. Estaba pensando en tomar el metro en lugar de ir a pie cuando vi el Bentley de Gideon estacionado enfrente. Me detuve en seco, sorprendida, cuando el conductor se bajó y me saludó por mi nombre.

—El señor Cross me ordenó llevarla a su casa —dijo, luciendo muy elegante con su traje negro y gorra. Era un hombre mayor, de cabello canoso que alguna vez había sido rojo, ojos azul pálido y un acento suave y educado.

Con el dolor de piernas que tenía, agradecí la oferta.

—Gracias. Perdone, ¿cómo se llama usted?

—Angus, señorita Tramell.

¿Cómo podía haber olvidado eso? Era un nombre fenomenal.

—Gracias, Angus.

—El placer es mío —respondió, llevándose la mano a la gorra.

Subí por la puerta que él abrió para mí y cuando me acomodaba noté el revólver que llevaba en una funda bajo la chaqueta. Aparentemente Angus, al igual que Clancy, era no solo conductor sino también guardaespaldas.

Nos alejamos y le pregunté cuánto tiempo llevaba trabajando para el señor Cross.

—Ocho años ya.

—Es un rato, sí.

—Pero lo conozco desde antes —me explicó, mirándome por el espejo retrovisor—. Lo llevaba al colegio cuando era un niño. Luego me sacó de donde el señor Vidal cuando llegó el momento.

Una vez más, intenté imaginarme a Gideon de niño. Sin duda, ya entonces era buenmozo y carismático.

¿Habría tenido relaciones sexuales normales cuando era adolescente? No tenía duda de que ya entonces las mujeres estarían a sus pies. Y siendo de naturaleza sexual como lo era, suponía que habría sido un joven muy cachondo.

Tras escarbar en mi cartera, saqué mis llaves y las coloqué en el asiento del copiloto.

—¿Podría entregarle esas a Gideon? Se supone que vendrá esta noche después de lo que sea que tiene y, dependiendo de la hora, podría no escuchar el timbre.

—Desde luego.

Paul me abrió la puerta cuando llegamos al edificio y saludó a Angus por su nombre, recordándome que Gideon era el dueño del edificio. Me despedí de ambos, informé en la recepción que Gideon llegaría más tarde y subí. Las cejas arqueadas de Cary cuando me abrió la puerta hicieron que soltara una carcajada.

—Gideon vendrá más tarde —le expliqué—, pero estoy tan cansada que no creo que aguante hasta tarde. Le di mis llaves para que entre. ¿Ya pediste la comida?

—Sí. Y puse unas botellas de Cristal en la nevera.

—¡Eres el mejor! —exclamé pasándole mi cartera.

Me duché y llamé a mamá desde el teléfono de mi habitación. Su grito me hizo brincar:

—¡Llevo días buscándote!

—Mamá, si es sobre Gideon Cross…

—Bueno, desde luego es en parte por él. Por Dios, Eva. Te llaman la mujer significativa de su vida. ¡Claro que quiero hablar sobre eso!

—Mamá…

—Pero también quería contarte sobre la cita que me pediste que hiciera con el doctor Petersen —su tono de petulante diversión me hizo sonreír—. Estamos programadas para reunirnos con él el jueves a las seis de la tarde.



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