Demonios bajo la piel by Juan Soria Palacios
autor:Juan Soria Palacios [Soria Palacios, Juan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2022-10-15T00:00:00+00:00
âVIIâ
Lunes, 17 de octubre de 2022
Durante el paseo para llegar a la comisaria Oramas no dejó de darle vueltas al asunto que le tenÃa ocupada la cabeza durante los últimos dÃas. Al pasar ante la iglesia de «San Felipe» se preguntó a sà misma quién estarÃa detrás de la llegada a España de Nadia y de Joana. Fue una pregunta que la tenÃa demasiado absorta. ¿Será una organización criminal de andar por casa o será más bien una organización con estructura piramidal? No era la primera vez que se hizo la pregunta, pero ahora lo hacÃa queriéndose convencer a sà misma de que debÃa de haber detrás una gran organización internacional de trata de personas. No paraban ahà las preguntas que se iba haciendo a sà misma. ¿Cuánta gente habrÃa en esa organización? ¿HabrÃa muchos españoles implicados? Y, suponiendo que sus hipótesis se abrieran paso, ¿qué importancia podrÃa tener el trabajo de su equipo en el desmantelamiento de una organización tan enorme? Se preguntaba también cuántos obstáculos tendrÃa que vencer para detener al asesino de Joana. ¿Y qué será de la vida de todas esas chicas que liberó Pablo? «Toda esa gentuza tiene que pagar por el mal que ha hecho. Eso ayudarÃa mucho a que esas personas volvieran a ser quienes fueron», se decÃa a sà misma. Al llegar a la iglesia de «El Salvador» intentó quitarse de la cabeza todas esas preguntas. Pero el personaje de Pablo empezó a ser renuente en su mente. Le intrigó y llegó a la conclusión de que habÃa investigado poco en su pasado. Pasó de soslayo sobre ese asunto y se hizo otra pregunta: ¿Dónde estará el jefe del Club 69?
Entró en la comisaria con la sonrisa dibujada en sus labios y saludando.
â¿Ha llegado ya el comisario? âpreguntó al policÃa que atendÃa en el punto de información.
El policÃa se quedó mirándola como si fuera la primera vez que la veÃa. Se observaron durante unos segundos eternos. El policÃa se puso las gafas.
âPerdone, señora inspectora, no la habÃa conocido. Ha llegado hace tres minutos âle contestó.
Sin perder tiempo, Oramas fue directamente al despacho de Federico sin pasar por el suyo. Aprovechó la subida de las escaleras para acicalarse el pelo. Llamó a la puerta y cuando el comisario la abrió se encontró un rostro radiante que esbozaba una amplia sonrisa. Sus ojos la escrutaron con detalle a la vez que sus labios se estiraron para corresponder con otra sonrisa.
â¡Cómo me gustan las personas que jamás tienen cara de lunes!
El comisario se retiró de la puerta e hizo un gesto con la mano invitando a Oramas a entrar.
âFederico. No olvides que soy una de esas personas que tienen la suerte de disfrutar con su trabajo.
Se sentaron en torno a una mesa escoltada por cuatro sillas. Oramas sacó su libreta y el bolÃgrafo y preguntó:
â¿Cómo dices que se llamaban esos tipos que viajaban en el vagón?
Federico abrió un cajón y sacó un documento. Se puso las gafas y respondió:
âVamos a empezar por el que se tiró del tren en marcha.
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