Canción nocturna de muerte by Jesús Martín García

Canción nocturna de muerte by Jesús Martín García

autor:Jesús Martín García [Martín García, Jesús]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2019-04-15T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 17: RENION

El atardecer trazaba en el cielo rayos amarillos y rojizos. Las nubes daban forma a gigantescas sombras proyectadas sobre las fértiles praderas que rodeaban a la población. En el horizonte, el Bosque de los dioses se elevaba como un reino plagado de gigantescos habitantes. Los árboles agitaban sus hojas, mecidas por el viento, como si trataran de liberarse de la superficie que aprisionaba sus raíces.

—Pasaremos aquí la noche —Genthis detuvo la marcha mientras sus ojos contemplaban las primeras casas que flanqueaban el camino.

Renion era una pequeña aldea que, por su cercanía a las rutas de comercio, resultaba un lugar que acogía a mercaderes y viajeros que iban de paso. Exceptuando a estos visitantes, resultaba un lugar despoblado cuya actividad se detenía con la llegada del invierno. Sus calles eran caminos de gravilla que serpenteaban entre las casas, granjas y bodegas, estas últimas ubicadas en sótanos y cuevas abiertas en las lomas que circundaban la población.

Morley y sus hombres nunca se separaban. Al detener la marcha o acampar para pasar la noche, los mercenarios se agrupaban en torno a su líder, que amenizaba las pausas en el viaje compartiendo con sus más allegados todo tipo de aventuras vividas, leyendas escuchadas o «pequeños encargos», como él solía denominar a los asesinatos que le habían sido encomendados. A su lado, Vidok parecía el padre de todos aquellos guerreros cuyas capas similares les hacían parecer miembros de una de las compañías de soldados o cofradías de ladrones repartidos por los bosques más recónditos y alejados de las grandes ciudades.

A unos metros de ellos, los clérigos helvatios procuraban buscar un momento adecuado para elevar sus plegarias a Athmer. Con las voces de los mercenarios resultaba difícil poder concentrarse, pero Darr ya se había acostumbrado a rezar en presencia de cualquiera de ellos sin distraer su atención, concentrada en las Escrituras Sagradas. Zen Varion aprovechaba algunos momentos del día para continuar instruyendo a su joven discípulo, el denlor que, tras su nombramiento, había tenido que pasar una prueba de la que él solo saldría vivo del templo. Los cuerpos inertes de sus compañeros y clérigos congregados en el santuario continuaban presentándose en su mente como una huella imborrable.

Los miembros de la guardia que acompañaban a Genthis también buscaban algún momento durante el día para sentarse y compartir, sobre todo, los juegos de dados a los que algunos de ellos eran tan aficionados. Eran instantes breves tras una comida frugal. Pero, para los soldados de Genthis, suponía en ocasiones el mejor momento de la jornada.

Morley se acercó al grupo formado por los tres helvatios. Sus ojos se quedaron fijos en Darr, que evitó detener su mirada en la cicatriz que recorría la cara del mercenario.

—Espero que estés preparado cuando llegue el momento de reconocer y capturar a esos hijos de puta —Morley hablaba en un tono serio, grave.

—Estoy preparado —respondió el muchacho—. Nunca podré olvidar sus rostros…

—Lo sé —el mercenario escupió al suelo—. Aunque encontremos a esos malditos y ensartemos sus cabezas en lo más alto de Móstur, sus actos te perseguirán hasta el día de tu muerte.



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