Vida privada by Josep Maria de Sagarra

Vida privada by Josep Maria de Sagarra

autor:Josep Maria de Sagarra [Josep Maria de Sagarra]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: S2
ISBN: 9788433940964
editor: Anagrama
publicado: 2019-10-20T05:00:00+00:00


Aproximadamente a la misma hora en que Hortensia Portell volvía a su casa del Paseo de la Reina Elisenda, y después de quitarse la ropa y envolverse en una bata japonesa disolvía dos comprimidos de aspirina dentro de un vaso de agua, en el Grill-Room de la calle Escudellers dos parejas de la policía hacían circular a un grupo de curiosos que estaban parados ante la puerta. Dentro del establecimiento había un poco de desorden; la gente sentada en el bar dejaba los taburetes y se iba al saloncillo del restaurante. En el saloncillo había una mesa patas arriba y en el suelo se veían: una mancha de vino negro bastante considerable, una botella rota, medio filete, una docena de patatas y una sopa completa de queso que, fuera del plato y extendida sobre la alfombra, ofrecía un aspecto repugnante.

En un rincón, el servicio de la casa y dos mujeres recién llegadas procuraban sujetar a una muchacha en pleno ataque de histeria, mientras un caballero, completamente abatido y demudado, se limpiaba con una servilleta empapada en agua fría la sangre de una herida que le habían hecho en la frente con una botella de vidrio; otro grupo de mujeres procuraba calmar a una dama que llevaba un abrigo de castor bastante raído, tenía la cara llena de arañazos y estaba sentada junto a un hombrecillo gris y correcto que la acompañaba. Por entonces, escenas así en el Grill-Room no tenían importancia y eran bastante corrientes. En el match que acababa de producirse, nadie se había roto ningún hueso, y la policía no creyó necesario hacer detenciones ni molestar a los actores del drama. A los dueños les interesaba dar el asunto por concluido, porque aún había poca gente en el establecimiento, pero se aproximaba la hora de la clientela.

La dama del abrigo de castor y de los arañazos era Rosa Trénor, la cual, rápidamente rehecha, desapareció acompañada por el hombrecillo y por una muchacha joven. Había acudido para organizar la gran escena, y ya no tenía nada que hacer en el Grill-Room aquella noche. El hombre de la herida en la cabeza, Federico de Lloberola, se hizo poner una tirilla de esparadrapo; la herida no tenía ninguna importancia. A la muchacha que iba con él se le había pasado el ataque de histeria; los camareros limpiaron la alfombra, pusieron otros manteles limpios y trajeron otra botella de vino, otro filete y otra sopa de queso.

Rosa Trénor quería pelearse con Federico, pero en una forma que en verdad no significara un rompimiento definitivo. Federico no tenía ninguna intención de romper con ella, porque en su inconsciencia, y pese a salir con otras mujeres, consideraba sin embargo que las conversaciones y las cenas con Rosa Trénor le daban cierto calor de compañía y una posibilidad de contarle todas las vacuidades que se le ocurrían; y, además, pasar una noche con su amiga de vez en cuando tampoco era desagradable. Federico creía que Rosa estaba muy satisfecha de él y que el dinero que últimamente le había pedido y que no había podido darle no tenía la menor importancia.



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