Vampire Academy by Richelle Mead

Vampire Academy by Richelle Mead

autor:Richelle Mead
La lengua: spa
Format: mobi, epub
Tags: Infantil y juvenil, Fantástico, Romántico
editor: eBook's Xibalba
publicado: 2007-08-16T07:00:00+00:00


Yo misma tuve un bajonazo en cuanto regresé a mi habitación. El miedo y el nerviosismo también me habían desgastado y por un momento deseé tener una vida normal y que mi mejor amiga fuera una chica corriente. Bueno, en realidad, nadie era normal, y yo tampoco había tenido otra amiga mejor que Lissa, pero, ostras, a veces me las hacía pasar moradas.

Dormí de un tirón hasta bien entrada la mañana y acudí a la primera clase con el miedo en el cuerpo, nerviosa por lo que podría haberse rumoreado sobre lo de la última noche. Y así fue, realmente estaban hablando sobre la última noche, pero las conversaciones se centraban todavía en la reina y en la recepción. Ellos lo ignoraban todo sobre el incidente del conejo y aunque resulte difícil de creer, yo me había olvidado por completo del otro tema. Aun así, ahora me parecía un asunto bastante menor en comparación con la sangrienta incursión en el cuarto de Lissa.

En cualquier caso, noté algo raro conforme avanzaba el día. La gente dejó de mirar a Lissa sin cesar, y empezó a mirarme a mí. No importaba. Los ignoré, les di esquinazo y me fui a por Lissa, quien estaba terminando con un proveedor. Esa sensación de extrañeza volvió a mí mientras veía cómo movía los labios alrededor del cuello del proveedor al beber su sangre. Un hilillo de la misma se deslizaba garganta abajo. La tez lívida del humano resaltaba la intensidad del rojo. Los desangramientos continuos hacían de los proveedores criaturas tan pálidas como los propios moroi. Él no parecía percatarse de nada, hacía mucho que se había entregado al éxtasis del mordisco. Llegué a la conclusión de que necesitaba terapia cuando tuve un ataque de celos.

—¿Te encuentras bien? —le pregunté más tarde, mientras íbamos de camino a clase. Ella llevaba ropa de manga larga a fin de ocultar las muñecas.

—Sí, pero no puedo dejar de pensar en ese conejo… Fue horroroso. Sigo viéndolo en mi mente, y luego no paro de darle vueltas a lo que hice —cerró con fuerza los ojos durante unos segundos y luego los abrió de nuevo—. La gente habla de nosotras.

—Lo sé. Ignóralos.

—Me revienta —dijo ella, enojada. Creció en su interior un brote de inquina, sentimiento que me llegó a través del vínculo y me hizo estremecer, pues Lissa siempre había sido una persona amable y de buen talante—. Cómo odio todos esos cuchicheos. Menuda estupidez. ¿Cómo pueden ser todos tan superficiales?

—Ignóralos —repetí con ánimo apaciguador—. Eres lo bastante lista como para no pasar más tiempo con ellos.

Sin embargo, ignorarlos resultó más y más difícil conforme pasaba el tiempo, pues los cuchicheos y las miradas fueron en aumento. En Comportamiento animal esto fue a peor y alcanzó tal punto que no fui capaz de concentrarme en mi nueva asignatura favorita. La señora Meissner había empezado a hablar de la evolución y de la supervivencia de los más aptos y de cómo los animales buscaban como parejas a los de mejores



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